Capítulo 47

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Ella cayó rendida sobre mí. Escondió su rostro en mi cuello y con sus manos calmó las marcas que sus uñas habían dejado sobre mi pecho.

—Ya no puedo más Izzy —confesó agitada—. Esto es demasiado, amor. Hace tres horas que estamos sin parar...
—Tú tienes la culpa. Me encanta verte disfrutarlo. Me enloquece que me pidas más, así que no te quejes porque definitivamente tú eres la culpable —dije con voz ronca y acaricié su espalda. Su cuerpo aún estaba unido al mío. Levantó la cabeza y me besó dulcemente. Otra vez mi cuerpo se tensó y ella me sintió entre sus piernas.
—Izzy, ¿otra vez? —preguntó alejándose de mi boca. Apreté los dientes.
—Muévete mi amor, por favor —le rogué agitado. Moví un poco mis caderas y ella jadeó levemente.
—No, Izzy, no puedo —susurró agitada y se sentó. Gimió ahogadamente al sentirme más hondo.
—Uno más. Juro que será el último... lo juro —aseguré.
—Es como la cuarta vez que escucho eso, amor. Ya hemos hecho el kamasutra entero...

Cerró los ojos cuando la tomé de las caderas y la ayudé a moverse sobre mí de manera lenta.

—Sólo hemos hecho la mitad —susurré.

Su respiración se agitó y sus manos se apoyaron, otra vez, sobre mi pecho. Me senté y la abracé contra mí. Sus latidos se apoyaron suaves en los míos. Sus piernas rodearon mi cuerpo y su mano bajó caliente por mi espalda.

—Ahora comprendo porqué todas te quieren y desean, Izzy —me dijo al oído. La abracé más contra mí.
—Pero yo no quiero ni deseo a otra que no seas tú.
—Te amo —susurró.

Me alejé un poco de ella para mirarla a la cara. Sus marrones ojos estaban húmedos. Sus mejillas enrojecidas.
Con un simple movimiento giré y la atrapé bajo mi cuerpo. Gimió y susurró mi nombre. Busqué sus manos con las mías y las entrelacé para llevarlas sobre su cabeza.

Comencé a moverme dentro de ella de manera lenta y profunda. Sus ojos se veían cada vez más cristalinos. Ella quería llorar. Entonces bajé mi cabeza hasta su rostro y suavemente acaricié sus labios.

—Te amo, Elizabeth...

Ella soltó un sollozo y soltó mis manos para abrazarme y pegar su boca a la mía. Me moví más rápido al sentirme desesperado. Y más rápido de lo que desee ambos llegamos a un nuevo clímax compartiendo algo mucho más profundo que el éxtasis.

Me dejé caer sobre ella y su pequeño cuerpo me abrazó con fuerza. Me alejé para mirarla a la cara y varias lágrimas caían por sus mejillas. Las quité con mis labios.

—No llores, amor, ¿por qué lloras? —pregunté. Ella sonrió y acarició mi rostro.
—Porque te amo, por eso —respondió y alzó su cabeza para besarme suavemente.

Salí de ella y giré sobre la cama para quedar boca arriba. Tomé a Beth y la coloqué sobre mi pecho. Nuestras respiraciones aún eran agitadas, pero no era sólo por el esfuerzo de haberlo hecho una vez más, no, era por la emoción de saber que me ama y yo a ella.

Sonreí tontamente y besé la cabeza de mi chica. Ahora sí puedo decir que es mía, sólo mía.
Beth besó mi pecho y luego me miró a los ojos.

—Hermosa —ella sonrió.
—Y tú, precioso, hermoso, bonito, lindo, y todo lo que se te pueda ocurrir.
—¿Te das cuenta de lo qué me has hecho? —negó con la cabeza—. Te amo y es lo más hermoso que me pasó en la vida.
—¿Te estás poniendo cursi mi amor? —preguntó entre divertida y enternecida—. Me encanta que lo hagas —besó mis labios—. Te amo.
—No más que yo...
—Mentira, yo más.
—¿Quieres qué te demuestre que soy yo quien te ama más?
—Si esa demostración implica hacerlo otra vez... no mi amor. Estoy exhausta, rendida, acabada. Yo no sé cómo voy a terminar si esto va a ser siempre así —dijo y se abrazó más a mí escondiendo su rostro en mi cuello. Respiró profundamente y acarició mi piel con su nariz.
—¿Fuiste hoy a ver a tu madre?
—Ajá, y como siempre me preguntó por ti.
—¿Y qué le dijiste? ¿Que estamos juntos? ¿Que me amas? ¿Que no puedes vivir sin mí? ¿Que ahora es mi suegra? —ella rio divertida y alzó la cabeza para mirarme a los ojos.
—No, sólo le dije que estabas bien.
—Que mala hija eres. Pero quédate tranquila, mañana iremos juntos a verla y yo mismo le diré que ahora es mi suegra.
—Que yo sepa no he recibido ninguna propuesta de noviazgo para que ella sea tu suegra —soltó con algo de recelo. La miré fijo a los ojos y sonreí. Acomodé mi garganta.
—Señorita Elizabeth Wells, ¿quisiera usted ser mi novia? —le pregunté. Una sonrisa del tamaño de una casa atravesó su rostro.
—Sí, sí quiero tontito —respondió y me besó efusivamente. Me alejé de sus labios y besé su nariz.
—Mañana podemos ir a almorzar con Gina y de paso decirle. Es más, puedes llamar a tu padre. Podríamos almorzar los cuatro —Beth comenzó a reír como si le hubiese contado el mejor chiste del mundo.
—¿Mis padres almorzando juntos? —dijo mientras calmaba su risa—. Por dios mi amor. Estás loco. Se matarían.
—Vamos, no creo que sea tan malo.
—No lo sé, no estoy segura —dijo ya más seria—. Pero si saben que el otro va a estar, ni locos van.
—Bueno pero puedes mentirles. No les digas que va el otro y nos encontramos allí. No será tan malo. Tengo un presentimiento de eso...
—Está bien, lo haré —musitó. Se volvió a apoyar en mí y comencé a acariciar su espalda. La abracé un poco más.
—Gracias amor —susurré.
—¿Por qué? —preguntó con la voz ya adormilada.
—Por todo lo que me has dado cariño.
—No mi amor, gracias a ti.
—Te amo —musité.
—Y yo a ti, mucho.

Dangerous Obsession - [𝐈𝐳𝐳𝐲 𝐒𝐭𝐫𝐚𝐝𝐥𝐢𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora