Capítulo 48

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Aquella cínica sonrisa no salía de su rostro. Sentí que la sangre me hervía ¿Qué diablos hacia él aquí?

—¿Qué quieres? —le pregunté de mala manera. Él volvió a mirar a Beth.
—¿No me vas a invitar a pasar?

Me quedé quieto en el lugar... no iba a dejarlo pasar. Sentí unas pequeñas manos apoyarse en mi espalda. Giré mi cabeza y la miré. Ella asintió levemente.

—Pasa —me corrí de la puerta, él entró y miró a su alrededor.
—Buenos días, Elizabeth —le dijo a ella.
—Buenos días señor Stradlin.
—Espero no haber llegado en un mal momento.
—No, para nada —dijo Beth y sonrió de manera falsa. Reí por lo bajo—. Estábamos por desayunar, ¿quiere hacerlo con nosotros?
—No gracias —respondió él y se sentó en una de las sillas. La morena me miró y sonrió de manera dulce.
—¿Qué lo trae por aquí señor Stradlin? —le preguntó.
—Necesito hablar unos asuntos con Izzy —soltó de manera tajante.
—Bueno... yo ya me estaba por ir, y...
—No, tú no te vas a ningún lado —la detuve. Ella me miró—. Cualquier cosa de la que me quieras hablar puedes hacerlo delante de Beth, padre —él me miró fijo y luego miró a Elizabeth. Ella se veía algo sorprendida.
—Es un asunto delicado —prosiguió él.
—No interesa... yo no tengo secretos con mi novia. Si no se entera ahora, se va a enterar después.
—¿Novia? —preguntó confundido.
—Oh, cómo fui tan tonto de no decirte papi —respondí irónico y me acerqué a Beth para abrazarla de costado—. Te presento a tu nuera... ¿no es encantadora?

Frank nos miró algo atónitos. Giré mi cabeza para mirar a Beth y sus mejillas estaban totalmente enrojecidas. Levantó la cabeza y me miró. Le guiñé un ojo y negó divertida con la cabeza.

—Así que son... novios.
—Sí —ella asintió—. Espero que le agrade la idea de tenerme en su familia. A mí me encanta que usted sea mi suegro —noté aquel particular tono de sarcasmo.
—Claro que estoy contento... no te imaginas cuánto pequeña —noté algo muy extraño en aquella afirmación. La miré fijo tratando de saber qué pretendía.
—¿Y bien? ¿A qué has venido? —le pregunté de manera cortante.
—Cariño, no seas tan grocero. ¿Por qué no le ofreces una taza de café a tu padre? —me preguntó Beth. La miré y ella alzó ambas cejas.
—Oh sí, tienes razón amor —le dije y me acerqué a donde estaba ella—. Papi, ¿quieres café?
—Un poco estaría bien —agarré una taza y serví el café. Me acerqué al oído de Beth.
—¿Puedo escupir un poco en él? —le pregunté. Ella soltó una leve risita y ambos miramos a mi padre.
—Un poco no estaría mal... creo que ha arruinado algo —susurró ella.
—Ha arruinado todo —le aseguré. Tomé la taza y se la alcancé a mi padre—. Aquí tienes...
—Gracias —susurró él.
—Bueno, ¿a qué has venido exactamente? —le pregunté mientras me sentaba frente a él. Beth tomó un vaso de jugo y se sentó a mi lado mirando fijamente a mi padre. Él la miró y luego volvió su vista a mí.
—Quiero que trabajes conmigo de nuevo.
—¿Para qué?
—Porque lo necesito... ya te dije una vez que hay veces que yo no puedo firmar los papeles y como tú eres mi hijo necesito tu ayuda.
—¿Qué clase de ayuda señor Stradlin? —preguntó Beth apoyando el vaso en la mesa. Él la miró con recelo. Estoy completamente seguro que no le agrada para nada que Beth esté sentada frente a él escuchando todo. Principalmente porque no puede hablar como quiere.
—Tengo muchos negocios señorita Wells y no puedo atenderlos todos.
—Qué lastima señor Stradlin. Pero, ¿no le contó Izzy que esta semana que viene tenemos parciales en la Universidad? —preguntó y me miró—. ¿No le contaste, cielo? —la miré extrañado. Nosotros no teníamos ningún examen o algo parecido esta semana. Entonces entendí aquello. Miré a mi padre.
—¿No te conté papá? —la seguí. Él me miró serio—. Lo lamento otra vez... no sé qué pasa conmigo últimamente que me estoy olvidando de contarte tantas cosas importantes.
—Bueno, eso no es nada —dijo Beth y sonrió—. Entonces, señor Stradlin... no creo que Izzy pueda ayudarlo esta semana. Y tampoco la otra.
—¿Por qué? —preguntó él de mala gana.
—Izzy y yo... estamos trabajando juntos en la oficina de mi madre y... le prometimos que en las próximas dos semanas íbamos a ayudarla en un proyecto muy importante que tiene. ¿O no amor?
—Sí... también me olvidé de aquello. ¡Qué cabeza de novio la mía! —dije divertido y con Beth nos echamos a reír. Frank estaba más serio de lo que la situación ameritaba. Simplemente me encanta verlo así. Molesto, sin saber qué decir ni qué hacer.

Dangerous Obsession - [𝐈𝐳𝐳𝐲 𝐒𝐭𝐫𝐚𝐝𝐥𝐢𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora