Capítulo Cincuenta y Uno

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—Marinette...No...—susurró Gabriel alejando a Marinette justo cuando le iba a terminar de abrir su camisa—No puedo...Ni-ni siquiera tenemos una relación.

—Ay, vamos—bufó ella alzando los brazos—Sólo dime que no te gusto y que solo te gustan las mujeres pechugonas como esa tal Karen.

—Claro que no—exclamó Gabriel. —Ella ni siquiera me gusta.

—¿Entonces por qué no quieres hacer el amor conmigo? —Empezó a sollozar Marinette, —¿Es que acaso fue por lo que pasó con tu padre? No creí que fueras de esos tipos.

—Claro que no es eso, es solo que—divagó Gabriel. —Es solo que...

Fue Marinette quien se levantó del sofá y se fue llorando hacia la habitación que ella ocupaba para dormir, tan destrozada por el rechazo de Gabriel Agreste que cuando se acostó en la cama lloró desconsoladamente.

En cambio Gabriel fue hacia el baño y se despojó de la ropa de arriba observando en el espejo su cuerpo lleno de heridas y cicatrices, algunas que se las hicieron durante su época en la prisión que le habían hecho los presos por ley que tienen entre ellos en darles castigos a ellos dependiendo de sus crímenes, a él le tocó sufrir mucho hasta casi morir una vez, aunque también tenía otras que eran recientes y que Hawk Moth le había hecho.

—¿Cómo dejar que me vea así sin que logre sentirse tan asqueada por mis cicatrices? —se dijo a sí mismo.

Se tapó la cara con ambas manos por la vergüenza que sentía por él mismo, sintiéndose incapaz de mostrarse ante una joven que estaba enamorada de él y que además la edad era tan lejana entre ellos dos que daba por hecho que jamás lograrían tener alguna relación sentimental. A punto de romper en llanto, no quiso seguir mirándose al espejo y al estar a punto de salir se encontró parada en el marco de la puerta a Marinette con la cara empapada por las lágrimas que había derramado con anterioridad.

—Eres un bruto al pensar que yo me asquearía con tus cicatrices sabiendo que yo tengo cicatrices emocionales por culpa de tu padre—gruñó Marinette. —Sólo admite que en realidad no quieres estar conmigo porque me acosté con tu padre y san se acabó. No pongas esas ridículas excusas.

Retornó a su habitación donde se abrazó a si misma y lloró a mar de lágrimas. Tenía sentimientos por ese hombre y ahora no podía ni tener su amor por culpa de Viktor Agreste que la había minimizado hasta volverla una prostituta, ya no sentía que tuviera ni una pizca dignidad para merecer a un hombre tan dulce como lo ha sido Gabriel Agreste.

Quedó profundamente dormida, no se dio cuenta cuando Gabriel entró a su habitación y la encontró dormida, le acarició el cabello y le dio un casto beso.


Despertó, los ojos le dolían por la hinchazón que sentía por las lágrimas que había derramado, se dio un baño rápido, se vistió y bajó por las escaleras para ir a la cocina, allí se encontró con Gabriel Agreste con un tazón de granola con yogurt mientras observaba el diario de su esposa y hacía algunas anotaciones en otras hojas.

—Buenos días, Marinette—dijo Gabriel cuando la vio entrar.

Ella no dijo ni una sola palabra y buscó un pan tostado con un jugo de naranja y se lo fue a comer en otro lado donde no pudiera ver a Gabriel Agreste a la cara.

—Estoy continuando con la traducción del diario, al menos en lo que pueda, no creerás lo que encontré—mencionó Gabriel.

—Que gusto—contestó con desgana la azabache.

—Marinette...

—Escucha, necesito que hagas las maletas—dijo lanzando una llave a la mesa. —Nos regresamos a mi casa, mi abuelo podría volver en cualquier día de estos y no puede vernos aquí, a él no le parecería apropiado.

[AU] La mariposa negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora