Capítulo Cuarenta y Cuatro

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Durante el almuerzo, Marinette observaba a Gabriel almorzar su sándwich de tomate con queso y jamón.

—¿Quieres decirme algo?—le preguntó Gabriel al sentir su mirada.

—Nada en particular. Es sólo que...tú...me...pensé que me verías como una golfa luego de saber lo que hice con tu padre.

—Ojalá pudiera enfrentarme a él por eso—gruñó Gabriel—O incluso borrar esas fotos que te ha estado tomando.

—Déjalo, no podrás con él.

—No puedo dejar que te siga tratando como a un objeto—exclamó.—No puedo permitir que la chica que me gusta...me gusta tener de compañera...digo...me gusta tener de amiga... sufra de esa manera.

Se puso más rojo que el tomate al darse cuenta de lo que había dicho, se levantó con rapidez bebiendo su jugo tosiendo por casi ahogarse con el líquido y partió rumbo al ascensor para subir nuevamente a trabajar aunque todavía faltaba mucho para que terminara la hora del descanso. Marinette se quedó un poco sorprendida por la actitud de Gabriel, aunque después se puso a reír por ver como reaccionaba ante ella, en ese instante había recibido un mensaje por parte de Alya citaba a verse después de su trabajo para ayudarle a traducir el diario de la señora Agreste, aunque le advirtió que debería de ser en su casa, no quería que ella se fuera a enterar que estaba ahora en casa de su abuelo con Gabriel Agreste y tampoco le apetecía regresar a su casa estando Theo suelto, se sentía más segura si estaba con Gabriel Agreste.


«Si tan solo hubiera una manera de buscar esas fotos. Eliminarlas incluso» pensaba Gabriel Agreste mientras observaba unos bocetos de diseño. Cuando Marinette entró se sobresaltó un poco al ver cómo había llegado, respiraba con dificultad y por un momento pensó que era porque había visto a su padre que seguramente le habrá dicho algo desagradable o peor. No quería ni pensar en lo que le pudiera hacer su padre por el coraje que en esos momentos estaba sintiendo.

—Escuché a Adrien proclamar allá abajo cuando me estaba subiendo al ascensor que te iba a despedir.

A esto le había sorprendido mucho, no había hecho nada para que justificara el hecho de ser despedido, hasta ahora había trabajado bien y no había vuelto a pelear con Marinette. ¿Qué otra cosa hubiera hecho para provocar ese repentino despido? Cuando fue a verlo no había una buena justificación, simplemente no quería seguir siendo caritativo con él por petición de su abuelo y por eso empezó a firmar un cheque de liquidación. Le parecía tan indignante de su parte, no podía creer que pensara en dejarlo sin trabajo, lo necesitaba para así conseguir un departamento propio en el qué vivir.

—¿Por qué?—quiso saber Gabriel. —¿Qué fue lo que hice? ¿No vez que estás dejando en la calle a tu propio padre?

—No eres mi padre— refunfuñó Adrien,—mi abuelo me ha dicho la verdad, Gabriel Agreste.

Se quedó totalmente helado ante aquella revelación. Lo único que podía pensar en esos momentos era que tenía que ser algún invento por parte de su hijo con tal de despedirlo, el rencor hacia él era tan grande que buscaría cualquier medio para no tener que ayudarlo ni siquiera a sustentarse para sobrevivir. Era el colmo para Gabriel, no toleraría ese comportamiento de su hijo, así que salió con vivaz rapidez hacia afuera de la oficina de Adrien para poder dirigirse a la oficina de su padre quien era que había iniciado todo este teatro que se había montado su hijo para poder despedirlo. Llegando al piso, las secretarias de su padre le advirtieron que Viktor Agreste no debía de ser molesto pero no les hizo caso y aún así entró de golpe a la oficina de su padre que sacó su vista de la computadora.

[AU] La mariposa negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora