Capítulo Diecinueve

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     Gabriel estaba en una esquina hasta que vio a Marinette corriendo hacia él, respirando con dificultad, casi se cae si no hubiera sido por Gabriel que la detuvo en su caída.

—¿Niña? ¿Estás bien?

—Él...Él...

   Marinette estaba muy pálida y sudaba frío mientras la levantaba y sostenía un poco. Respiró agitadamente antes de volver a enderezarse hacia Gabriel.

—Jacques está muerto.

—¿Qué?

   Esta noticia le cayó de impacto a Gabriel, no era posible, se negaba a creerlo. Jacques Grimault estaba muerto, la única persona que podía saber dónde se encontraba a Nathalie, y ahora ya no sabría como probar su inocencia, era una buena opción para conseguir hallar a Nathalie y sin él la forma de probar su inocencia se iba cada vez más alejando de él.

—¿Cómo ocurrió? ¡Dime!—y le fue zarandeando.

—¡Basta, me harás caer!—dijo Marinette, soltándose del agarre de Gabriel—No lo sé, cuando llegué hasta su casa había gente alrededor observando lo que estaba pasando, mientras un vecino llamaba a la policía, yo me acerqué un poco, y vi el cadáver de Jacques, con un agujero en la cabeza y cubierto de sangre en el suelo. Por temor, salí corriendo.

   Ella se agarró la cabeza sintiéndose mareada, si no fuera por Gabriel que lo evitó por segunda vez, se hubiera caído al suelo.

—Vámonos de aquí, no quiero que la policía me vuelva a interrogar, no con Adrien amenazándome que me va a despedir.

—¿A ti sola? Mi trabajo también está en riesgo.

   Ambos se fueron hacia una parada de autobús y se subieron a uno que estaba a punto de irse. Se sentaron al fondo del vehículo siendo Marinette agarrada por Gabriel en todo el camino sin dejar de apoyar su mano sobre su cabeza.

—¿Estás bien, niña?

—Ya te he dicho que no soy una niña—masculló Marinette—Fue el impacto, necesito calmarme.

   El autobús seguía en su curso y entonces, Marinette observó la ventana las calles que iban pasando, todavía se estaba sintiendo mal y Gabriel lo notaba en su cara, lo pálida que estaba, como se agarraba la cabeza, como respiraba con lentitud mientras cerraba los ojos. Y eso lo comenzó a preocupar, tanto que se dejó de lado su histeria interna por el hecho de saber de la muerte de Jacques Grimault, su única oportunidad de saber sobre Nathalie se había ido.

    ¿Qué hacer ante aquella situación? Pensaba, así que ahí fue, recordó que en esos casos, su madre, cuando tenía un impacto muy fuerte, los sirvientes le solían dar agua con azúcar para que se recuperara.

—Te llevaré a tu casa y ahí beberás agua con azúcar—dijo Gabriel.

—Detengámonos en la siguiente parada, hay una pastelería a unas calles más adelante—sugirió Marinette—Un pastel estaría mejor.

   Gabriel tuvo que ayudarle a Marinette a caminar debido a lo mareada que se veía, quería evitar que fuera a tropezarse o caer durante el trayecto. Al llegar a la entrada de la pastelería Marinette la observó con una pequeña sonrisa de nostalgia.

   Justo cuando entraron, los salió a recibir un hombre corpulento, de gran altura, con ojos verdes, cabello castaño con canas encima, con patillas y bigote. Se le ponía notar la avanzada edad por algunas canas en el cabello y bigote; incluso algunas arrugas eran muy notorias en su rostro, llevaba una camiseta azul oscuro y podía notarse un pantalón negro debajo de su delantal blanco de pastelero. En cuanto vio a Marinette, una gran sonrisa se dibujó en su rostro, pero cuando observó a Gabriel Agreste, éste se alarmó.

[AU] La mariposa negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora