Capítulo Cuarenta y Uno

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Al día siguiente, Gabriel Agreste estaba empacando para poder marcharse a la casa del abuelo de Marinette. Aunque a ella no le gustó la idea, a Gabriel le pareció necesario para que Alya no fuera a hablar con nadie sobre el asunto y siguiera lanzándole pestes si volvía a verlo.

—Es una lástima—dijo Marinette en tono melancólico.— Ya me estaba acostumbrando a tu compañía.

—También yo— mencionó Gabriel dirigiendo su mirada hacia ella.

Tenía su vista en ella y no podía aparta la mirada de encima, justo allí tenía bien claro que estaba sintiendo algo por Marinette, por esa sensación que sentía en su interior al mirarla directamente.

—Me gustaría pagarte de alguna manera.

Estaba en ese momento con las manos encima de la maleta que estaba cerrando, no se dio cuenta en que momento una de las suyas había terminado encima de la mano de Marinette que ayudaba a cerrar la maleta. Se iba acercando hasta tener su rostro tan cerca, Gabriel se estaba acercando más entrecerrando los ojos y acercando sus labios a los de Marinette, al punto de darle un roce que estaba por profundizarse para convertirse en un beso.

—¿Qué estás haciendo?—le preguntó Marinette haciendo que Gabriel se detuviera y abriera los ojos.

—Perdón, creí que...—balbuceó Gabriel.—Me equivoqué. 

Terminó de cerrar la maleta y abrió la puerta rápidamente para poder marcharse. Se sentía como un imbécil, no podía haber oportunidad de que Marinette se enamorara de él. Debía de aceptar que todo lo que había pensado estaba en su cabeza, era simplemente su compañero. 

Mientras tanto, Marinette se pasaba su mano sobre la cabeza y se agarraba con fuerza el moño de su cabello.

—Soy una tonta—bufó ella para después tocarse los labios.

Le había tomado por sorpresa y le había rechazado de esa manera. No se lo esperaba por parte de él, ¿en verdad le estaba queriendo decir que estaba enamorado de ella? Si era así, le dio a entender que ella no sentía lo mismo por él. Y no quería rechazarlo, no quería, mas no podía por varias dudas y temores que sufría ella, sobre todo porque no sabía si en verdad quería ir en serio o estaba jugando con sus sentimientos como lo han hecho.

«¿Cómo puedo pensar que está jugando conmigo si no ha actuado como lo hacen los Agreste?» pensaba ella «¿Y si Viktor se entera y le releva todo?».

Afuera en la calle, Gabriel Agreste iba rumbo en la acera hasta esperar subir a un taxi. Pasaron varios minutos hasta que un taxi se detuvo y colocó la maleta en la parte de atrás luego de decirle al taxista a donde iba estaba por subirse hasta que la voz de Marinette lo detuvo que lo estaba llamando por su nombre.

—Gabriel—gimió Marinette por el cansancio que tenía—Te quiero...Te quiero ayudar a limpiar la casa de mi abuelo.

Ambos se subieron al taxi que los llevó rumbo hacia la casa del abuelo de Marinette. Ella lo miraba pero él no lo hacía, sólo fijaba su vista en la ventana lo que hizo que se mordiera el labio con nerviosismo al ver que conservaba su serenidad. 


Tikki estaba apoyando su cabeza en su escritorio, tenía una profunda tristeza debido al hecho de que ya habían pasado las horas y no encontraron a Chloé Burgeois, a esta hora ya debería de estar muerta. Había fracasado en el caso, al menos eso pensaba hasta que Nooroo le mostró un sobre que según él habían dejado pero no encontraron al mensajero para hacerle unas interrogaciones. Cuando la detective abrió el sobre, encontró dos hojas de papel: una escrita con números hechos a computadora, otra escrita con recortes de revista que decía:

[AU] La mariposa negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora