Capítulo Once

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     Marinette había salido de uno de los cubículos del baño secándose algunas lágrimas que le quedaban en su rostro de tanto llorar.

«Odio a ése Gabriel Agreste».

   Al dirigirse a los lavabos para poder lavarse la cara, se miró al espejo por unos segundos notando sus ojos hinchados por el llanto. Se veía totalmente terrible en ese aspecto, aunque el lavado de cara la dejó fresca y limpia, nada ocultaba la tristeza de sus ojos azules.

    Cuando fue hacia su oficina recibió un mensaje telefónico de parte de Alya. Según le había contado, Mireille vivía con una compañera en su casa, su nombre era Aurore Beauréal, el problema era que no sabía como contactarla ya que no se encontraba en París, estaba de viaje en Versalles debido a su trabajo. Ella lo sabía debido a que trabajaba en el mismo periódico como reportera, por lo que pudo enterarse por parte de algunos colegas. 

«Es una lástima que esté fuera, tal vez ella sepa la información que deseo saber».

—Marinette—una joven empleada se le acercó al salir ella del baño—El señor Viktor Agreste te está buscando. Ve a su oficina enseguida.


     Con paso temeroso subió por el ascensor hacia el último piso, temía tener que hacerlo, casi pierde la fuerza en sus piernas cuando sale del ascensor. 

   Marinette inspiró hondo y expulsó el aire con lentitud de sólo pensar que le deparaba al llegar con el señor Viktor Agreste.

   Un largo pasillo de paredes blancas y piso de mármol color crema, al frente, la puerta que Marinette que debía cruzar, una doble puerta con marco oscuro y cristal esmerilado con letrero pintado la cual anunciaba: VIKTOR AGRESTE, DIRECTOR DEL DEPARTAMENTO.

   Con cada paso que daba, lo único que retumbaba en sus oídos eran los sonidos de sus tacones en el suelo a medida que avanzaba a la oficina.

   Ahora, lo que sentía al tocar el manubrio de la puerta era su mano temblar.

«Respira Marinette» se decía para ella misma antes de empujar la puerta y tener ante sus ojos al señor Viktor Agreste, sentado en su escritorio de caoba donde se mostraban una computadora de ultima tecnología, algunos lápices y bolígrafos en un lapicero en la esquina, un cuadro de una fotografía y algunos papeles apilados en el centro dentro de una carpeta marrón.

—Siéntate, Dupain-Cheng—Viktor Agreste tenía la vista en los papeles que tenía en mano. Ni siquiera movió su vista hasta que Marinette se hubo sentado en la silla de frente a su escritorio.

—Tenemos que hablar—y dejó los papeles en el escritorio —Creo que ya debes saber a que te he llamado.



     Tikki continuaba mirando el vídeo que le habían mandado de como asesinaron a la señorita Mireille en búsqueda de algún indicio el cual les pudiera decir en donde ubicar el posible escondite del asesino. Incluso le mandó a Plagg que investigara todos los edificios o residencias que estuvieran a nombre de los Agreste. En caso de que fuera Gabriel Agreste el asesino, aunque también le habían dicho que debía investigar a Marinette, sin embargo, ella no vio nada en que pudiera ser observada salvo que necesitara saber que había en el diario de la señora Agreste el cual ella tiene en su poder, en caso de ser esa la razón de homicidio del asesino de la señorita Mireille.

—Tikki, acaba de llegar las pruebas de toxicología—Plagg apareció en su escritorio con una dona glaseada en su mano y en la otra una carpeta cubierta del glaseado.

 —Que asco— replicó Tikki limpiando la carpeta llena de glaseado con un pañuelo que tenía en su bolsillo—Ya lo echaste a perder.

—Trixx las está regalando, hasta tiene una rellena de chocolate, tu favorita—y luego le guiñó el ojo.

   Tikki simplemente rodó los ojos para fijar su vista en los análisis.   

—Concéntrate, estamos trabajando.

   Y le apremió a continuar con la investigación al momento en que ella observaba los resultados de toxicología. Al parecer, la señorita Mireille había sido drogada con altas dosis que la debilitaban y la dejaban casi en coma por varias horas. Suele traer efectos de desorientación y debilidad, útil como un sedante por algunas horas, las dosis fueron demasiadas las que recibió; y según el análisis, llevaba días.  

«Que mal, se puede conseguir fácilmente como cualquier fármaco, si fuera con algún recetario médico tendríamos que buscar en cada farmacia para averiguar a quien le venden el fármaco».

   El caso iba a ser complicado para ellos, y más aún por Plagg que en esos momentos no se estaba tomando nada en serio. A veces cuando él quería, podría llegar a resolver un caso con facilidad, pero ahora estaba tan perezoso que no le importaba resolver nada.

—Vamos Plagg, no puedo trabajar sola. Busca expedientes criminales— le dijo al verlo sentado terminándose de comer su dona.

—Está bien, está bien, ya voy.

   Se tragó el resto de la dona y fue a buscar algún expediente que concordara con el presunto perfil psicológico del asesino. Debían encontrar a alguien que siguiera el mismo patrón de homicidio, podría tratarse de alguien que ya esté en el expediente que haya cometido algún crimen con anterioridad, según les habían enseñado sobre los análisis de un criminal, es que ellos siempre tienen el mismo perfil.

   Claro que, buscar los expedientes no sería sencillo, sin antes tener una orden para poder revisarlos.



—Hasta la próxima, Marinette Dupain-Cheng.

   Lo único que pensaba Marinette al salir de la oficina de Viktor Agreste era caer al suelo y llorar, pero cómo podría, no debía siquiera humillarse de esa manera, si alguien la viera así tendría más problemas con Agreste. Sin embargo, cuando dio unos pasos hacia adelante, hizo una mala pisada terminando por caer al suelo.

«Los Agreste sólo me hacen sufrir».

   Levantándose con lentitud caminó arrastrándose hasta el ascensor hacia su piso donde volvería a trabajar en el vestido, con o sin la ayuda de Gabriel Agreste. Pero al fijarse en la hora en un reloj que estaba colgado en la pared izquierda, se dio cuenta que su turno en las oficinas había terminado, perdió el tiempo llorando en el baño y en la larga charla de Viktor Agreste.

   Resopló fuertemente y salió de Le Mode Agreste rumbo a su casa. Al llegar, se quitó los tacones que llevaba puestos y se recostó en el sofá; no es sencillo ser una joven universitaria que tiene que trabajar doble para poder pagar su universidad y esconder que alguien más le proporciona ese dinero, no tuvo los mismos privilegios que sus otros amigos que ahora trabajan como profesionales en sus carreras mientras ella seguía estancada por conseguir su diploma. 

   Sacó su teléfono y marcó el número de Adrien. Fue enviado al buzón del mensaje, pensaba en esos momento que debía ser porque estaba muy ocupado, era casi de su edad pero en sus hombros lo pusieron a cargar el peso de una empresa de modas, si no fuera por su inteligencia y sus adelantos en verano o si hubiera tenido elección, habría estudiado para ser quien quisiera ser. 

—En serio me hubiera gustado que todo fuera fácil para nosotros. Sin tu abuelo, sin tu padre, sin el nuevo tú—y observó en el teléfono una foto de ella y él cuando eran estudiantes de secundaria.—Hemos cambiado tanto.

   Se dio una ducha y se vistió ropa limpia para ir a trabajar a la cafetería. Su turno empezaba dentro de una hora.


   La cafetería estaba medio llena cuando Marinette entró, por lo que veía, se quedaría dormida en el sofá de su hogar nuevamente con el doble turno que le iba a esperar cuando vio la cara que le hacía el dueño de la cafetería.

—Suerte que ninguno de los Agreste está aquí.

   Al entrar a buscar las tazas en la cocina, se encontró con la sorpresa de encontrar un origami de mariposa en la mesilla de revistas cuando fue a depositar unos nuevos volúmenes para los clientes.

[AU] La mariposa negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora