Capítulo Treinta

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     Alya había sido trasladada al hospital, entre personas curiosas los paramédicos hicieron su procedimiento mientras que Adrien Agreste exigía que todos regresaran a trabajar. Desprenderla no fue sencillo, tampoco lo fue quitarle toda la tela de encima y los origamis fueron tomados por los detectives para llevarlos pensando que deberían tener alguna pista.

    Marinette se sentía aliviada de saber que su amiga seguía con vida y estaba dispuesta a visitarla en el hospital durante el final de su turno en el trabajo. Tenía que haber alguna razón por la cual el asesino la dejó vivir, y temía que esa razón fuera porque la verdadera víctima era la señora Césaire. 

   Lo siguiente que ocurrió fue que los detectives interrogaron a los empleados. El asesino debería tener acceso a la empresa si logró meterla dentro de la oficina de Adrien Agreste, incluso pidieron las cintas de seguridad para ver si lograban encontrar algo, como la hora en que pudo haber entrado y en el momento en el que trasladaba a la víctima a la oficina de Adrien Agreste. Después de eso, Adrien les anunció que trabajarían hasta medio turno por el hecho de que su empresa se había vuelto una escena del crimen y quería que los detectives se ocuparan de buscar las evidencias con mayor tranquilidad. Aunque en realidad, estaba molesto por el simple hecho que lograron entrar a su oficina y las instalaciones de la empresa, entonces esto podría hacer que ninguno de los empleados estuviera tranquilo de sólo pensar que el responsable puede entrar y salir de la oficina sin que ellos lo sepan. 

   Para eso, Viktor Agreste, que ya se estaba haciendo cargo de la situación, les daría a cada uno una buena compensación monetaria y así se aseguraría que todos siguieran trabajando.

  Por su parte, Gabriel simplemente estaba más que estupefacto, no podía estar tan tranquilo con eso. Esto jamás hubiera ocurrido en su vida en Le Mode Agreste. Además, tuvo que soportar otra interrogación por parte de los detectives para averiguar que ha estado haciendo durante el día de ayer y si había alguien que corroborara su historia.

   Cansado de todo, se fue a trabajar a su oficina topándose con Marinette que casi choca con ella quien llevaba unas hojas con diseños terminados en la mano.

—¿Por qué la maleta?— se preguntó Marinette cuando vio como Gabriel terminaba de entrar en la oficina y dejaba la maleta a un lado de su escritorio.

—Mi hijo me acaba de echar de la mansión,— explicaba. — Ahora sólo tengo un día para conseguir un departamento donde vivir, el dinero que me dio mi padre sólo me sirve para estar una noche en habitación de hotel.

   Le sorprendía de sobre manera que Adrien fuera capaz de hacerle eso a su padre, no comprendía que pudo haberlo orillado a hacer eso, es lo que pensaba cuando fue a entregarle a Mylene los diseños para que fueran entregados para su debida aprobación. En cuanto volvió a su oficina, no estaba segura si seguir molesta con Gabriel Agreste o sentir lástima por el simple hecho de que ahora estaba prácticamente sin casa.

«Es una pena, pero por algo tuvo que hacerlo».

   Y sin embargo, al mirarlo no podía dejar de sentir que la lástima le invadía más que la rabia que tenía porque le habían besado de esa manera forzada.

—No entiendo por qué Adrien te sacaría de su casa—soltó Marinette.

—Por el asunto de que cree que me gustas— le confesó Gabriel.

   Al escuchar eso, la lástima fue reemplaza por enojo, tanto que comenzó a agarrarse la sien con una mano y a mover su cabeza de un lado a otro con los ojos cerrados.

—Le voy a contrariar todo—gruñó Marinette.

   Se levantó de su asiento y estaba a punto de salir, cuando Gabriel Agreste la detuvo sujetándola del brazo.

[AU] La mariposa negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora