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Capítulo 02: Las sospechas de la marca misteriosa de Catalina



Rápidamente, Janeth tomó velocidad apretando con furia aquel cuchillo filoso de mesa sobre sus manos. Ni siquiera aquella vieja Omega pudo detenerla porque tiró a Catalina del cuello. Sin embargo, algo que ningún presente en la mesa sabía era que Catalina tenía conocimiento en defensa propia al haber atravesado muchas situaciones de riesgo desde muy pequeña. 
Catalina no se desesperó ante ese ataque y antes de acudir a tomar la mano de Janeth que apretaba sobre su cuello impidiendo la circulación del aire, tomó la muñeca de la mano que atentaba el objeto peligroso y cerrando su puño, le dio un golpe seco en el abdomen para que afloje su agarre.

Lo que consiguió a consecuencia del forcejeo fue que ambas cayeran por las escaleras.

Boris tomó a Janeth y Baudilio, agarró a Catalina. 


—¡Ya basta, Janeth! —replicó Boris arrebatando aquel cuchillo y lanzándolo fuera de su alcance —¡Tienes que controlarte!

—¡¿Controlarme?! ¡¿Controlarme con esa raza impura y repugnante sedienta de sangre?! —grita Janeth intentando salir del agarre de Boris —¡Su manada asesinaron a sangre fría a mi familia!


Catalina miró apenada a Baudilio, el cual la levantó entre sus brazos y de su herida volvió a brotar nuevamente sangre.


—En breve estoy con ustedes —informa Baudilio reincorporándose —. Los espero en veinte minutos puntuales a todos en mi despacho. No habrá desayuno por el comportamiento estruendoso. 


Sin más que decir y llevando consigo a la muchacha malherida, sube escalón por escalón con sumo cuidado de no realizar un movimiento brusco que incomodara a la joven que llevaba entre sus brazos. Boris continuaba apretando a su cuerpo a una descontrolada Janeth que poco a poco se tranquilizaba, y este mismo procedió a soltarla desconfiado. Clarissa inspeccionó la escena estupefacta y Anastasia no podía quitar su mirada de cómo Baudilio protegía a quien ella consideraba una forastera no perteneciente de habitar aquella mansión. 

La escalera principal daban a dos pasillos; Baudilio tomo el de la derecha y ese pasillo angosto daba a una larga escalera estilo caracol. 


CATALINA GRIFFIN

Me siento extraña ahora mismo. Siento que soy una pequeña muñeca de porcelana. Nunca en mis veintiún años de vida me he sentido de este modo.  Siempre me consideré una persona fuerte ante cualquier adversidad, desde pequeña soñaba con enfrentar monstruos.

¿Y ahora...? Me siento vulnerable ante los brazos de un hombre que me lleva con él.


Él no se inmutaba en mirarla, mucho menos en entablar una conversacion con ella, detestaba aquella raza que se consideraba Alpha en su mundo cuando él nunca les otorgó aquel don. Todos los Alphas de ojos celestinos, casi idénticos a los Omegas, eran una creación por un ente desconocido que caminaba entre ellos. Catalina pertenecía a ese Clan impuro.
Sin embargo, Baudilio no acabó con su vida esa precisa mañana cuando pudo hacerlo. No lo hizo.


—¿P—puedo bajarme? —preguntó ella titubeando. 


La hija de AlphasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora