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Capítulo 50: Lo que se esconde detrás de Jules...



Ninguno de los dos podían creer que sus labios se consumían mutuamente. Y lo único que sus mentes pensaban era... ¿realmente debimos esperar tanto? Continuaron un extenso y largo tiempo, hasta que Baudilio Bathory sintió el rechinamiento de un mueble. Tal vez, un Omega se despertó.  


—¿La acompaño hasta su cuarto? —se ofreció Baudilio besando la mano de la muchacha. 


Esta solo pudo dar una sonrisa y aceptar con un asentimiento de cabeza. 

Juntos encaminaron de la mano hasta la habitación de Catalina. No había guardias en la entrada, todos los Omegas nocturnos se encontraban dispersos en las tierras de Baudilio y en las afueras del palacio. No había peligros dentro. Catalina no dejaba de seguir los pasos del hombre que tomaba la delantera y con una sonrisa, dirigir su mirada hasta su mano. Sus manos. Estas estaban unidas en un suave apretón. 

¿Acaso estaba soñando?

Con su mano libre, la muchacha se refregó en dos ocasiones los ojos y Baudilio aun no desaparecía. Solo podía sonreír y disfrutar de esa plenitud interior que sentía al haberlo... ¿besado? 
En cuanto llegaron, Baudilio dio una leve reverencia. Catalina no quería dejarlo escapar. Con un impulso proporcionado de confianza, saltó encima de él para besarle y enseguida, sintió que ese mismo momento no lo estaba viviendo por primera vez. Otra vez... esa sensación la hostigaba. Se sentía extraña. ¿Ella ya había vivido aquello entonces? Baudilio la estaba sosteniendo de las piernas, mismas que se hallaban enrolladas en la cintura del hombre. Se separó de sus labios, de él.


—¿Qué ocurre? —preguntó mirando sus ojos preocupantes.

—Quería saber si esto es real —enunció mirándolo —o es solo un sueño.

—Le aseguro que es real —le confirmó besando sus labios, apretando su cuerpo con fervor. 


Baudilio dejó a Catalina en el suelo y antes de darle un último beso, Nina salió brincando.


—¡Ya son novios! —expresaba tomando la mano de Catalina y Baudilio —¡Ya son novios! 

—¿Qué...? ¡No! —negaba Catalina moviendo nerviosa sus manos —¡Es un amigo! 

—En realidad, soy el señor de esta casa —remarcó firme y sereno —. Y si no dices nada, —le hablaba a Nina —le prometo no hacerle cosquillas hasta que estalle como una bomba de la risa.

—¡Y galletas! —extendió su mano hasta la altura del hombre. Catalina dio una risilla que no disimuló en ocultar.

—Ya veo de dónde sacó las mañas —aclaró Baudilio mirando a la mujer, le aceptó la mano a la niña y se agachó hasta su altura: —Este es nuestro secreto. ¿Está bien?

—Si —afirmó Nina con una sonrisa y abrazando a Baudilio. No era la primera vez que le abrazaba, solía apegarse mucho a él y a Catalina. 

—Así me gusta, revoltosa —Baudilio le despeinó su cabellera y volvió a mirar a Catalina, reincorporándose: —Que tenga buenas noches.

—G—gracias, usted igual —le sonrió con una boba sonrisa removiendo un mechón de su cabello hacia el costado.  

—¿Te gusta el señor? —preguntó Nina colgándose de las piernas de Catalina.

La hija de AlphasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora