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Capítulo 16: La cacería 


NARRA CATALINA 


Estaba buscando qué sería adecuado para esta cacería. Cómo ir vestida, por ejemplo. Tenia varias prendas pero, ninguna me quedaba en mi comodidad absoluta. La mayoría era ajustado (en exceso), asfixiante y corto.
Nina ayudaba en mi búsqueda desordenando el armario hasta que me dio una remera blanca (una de las mas anchas, pero corta para mi gusto), cada vez que levantaba mis brazos podía verse de que color era el sostén que utilizaba. También, me dio un short negro que nunca usé y pensé ¿qué podía salir mal?

Me di una ducha, cambié mis vendas nuevamente —aunque la herida ya había sanado casi del todo—, y me cambié. Al verme en el espejo supe porque nunca me había puesto ese short: mi cola estaba marcada demasiado y me sentia muy... expuesta. 


—Linda —dijo Nina. La miré y sonreí. 


Tal vez no me quedaba tan mal y yo estaba exagerando.

La puerta sonó y de inmediato la abrí para dejar pasar a Aurora, ella iba a quedarse con la niña. Las saludé a ambas, despidiéndome y cerré la puerta sutilmente. Cuando estaba por bajar, presentí —de unos escalones más arriba— unos pasos bajando, lentos pero firmes. Y entonces lo vi; Baudilio estaba parado, mirándome. Se había detenido. Su cabello recogido en una coleta estaba humedecido, aun algunas gotas rebeldes se escapaban entre las puntas. Tenía un pantalón deportivo (nunca lo vi con uno y le quedaba... guau) y... ¡No tenía remera! Luego me detuve en... su cicatriz. No era WOW, pero si es llamativa. 


 —¿Está lista? —su voz me distrajo de mis pensamientos. Asentí nerviosa. 


Caminamos cada escalón en silencio, él no me hablaba, ni yo a él. Esto si era incómodo, porque, presentía que él mismo no buscaba hablarme. Seguía con mi paranoia. Anteriormente, cuando llegué a esta casa, siempre se presentó para sostenerme —literalmente—, pero, sentía una conexión antigua. Cuando me tocaba, me sostenía entre sus brazos e incluso en el afán de cuidarme yo presentía que ya lo había vivido. Con él. Y eso es imposible porque nunca en mi vida estuve con un hombre, y a este hombre jamás lo conocí. Hasta ahora... ¿no?

Llegamos y estaban todos listos.

Boris siempre presumiendo su buena figura, y ahora se le sumaron Roland y Thomas, quienes también lucían unos pantalones cortos deportivos, unas zapatillas de marca —deportivas, claro— y obvio que ninguna remera que los cubriera. Ambos gemelos tenían una banda negra en su frente atada con un nudo. 
Janeth estaba con short seguramente pero no podía verlo porque traía consigo una remera tan larga que pasaba de su cintura. Y Anastasia y Clarissa iban en corpiños deportivos y unos shorts deportivos haciendo juego al igual que sus zapatillas. 


—¿Iras descalza? —señaló con su mirada Anastasia y Clarissa dio una risilla disimulada.

—Sí —contesté un poco cabreada —, ¿algún problema?

—¡Es una fantástica idea! —exclamó codeándome Roland —¿Qué dices, hermano?

—¡No! —levanto la mano frenético Baudilio —Roland, ponte el calzado. Catalina, ¿quieres buscar unas zapatillas? Te esperamos.

—Sí, vamos —apuntó Boris —. Te acompaño.

La hija de AlphasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora