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Capítulo 15: La apuesta entre Boris y Catalina


Quise distraerme alzando a Nina, teniéndola en mis brazos, pero Baudilio se acercó directamente a ella y comenzó a despeinarla con delicadeza dedicándole una sonrisa genuina. Me pareció un gesto paternal. ¿Él habrá sido padre alguna vez?

—¿Cómo? ¿A dónde? —preguntaba Roland y ahora esa era mi pregunta también: ¿A dónde iba a irse?

—Mi visita con el Consejo Alpha se adelantó, en quince días tengo un vuelo reservado —aclaró. 

Al parecer los gemelos parecían comprender. Yo no. 

—Catalina, ¿cree qué podriamos hablar? —me cuestionó sin siquiera entablar un lazo de miradas conmigo, seguía distraído con Nina. O quizá, aprovechaba de ella para continuar ignorándome. 

—Sí, claro —asentí sorprendida.

Encaminé hasta su despacho y los muchachos llevaron a Nina con la abuela Aurora, la segunda persona favorita de aquella niña. En cada paso que daba detras de Baudilio, imaginaba qué le diría o qué hablaríamos. Claramente, de nuestro asunto. ¿Y si le digo que... presiento como si se escabullera de mí? No. ¿Con qué confianza le plantearía mis paranoias? En lo que entramos, un aroma dulce —demasiado dulce— inundó mis fosas nasales. Hice una mueca arrugando mi nariz y me encontré a Anastasia luciendo como una muñeca Bratz (por los labios). 

¿Qué hace ella aquí? 

—¿Y de qué quería usted que habláramos? —interrogué tomando asiento en un sillón, por mas que él no me lo hubiera indicado. Sólo me dejé caer, incómoda por la presencia de esa mujer. Ella levantó su mirada para darme una ojeada fugaz.

Baudilio caminó hasta encontrar un libro y traerlo consigo. Se sentó frente a mí, al otro extremo, en otro sillón. Habló: —¿Conoce sobre el Consejo Alpha? ¿Alguna vez alguien se lo mencionó?

—Sí —afirmé —, mi padre me contó que es una asociación donde los rumores cuentan que solamente ingresan los lobos más ancianos comandados por usted. Son quienes mantienen la paz entre lobos y humanos y hacen validar las leyes y cultura. ¿No?

—Está muy bien informada —me sentí alagada.

—Tu padre parece saber mucho, ¿no? —se entrometió Anastasia jugando con una pluma para escribir —¿Cómo se llama él?

La fulminé con la mirada entrecerrando mis ojos y antes de que la cagara, Baudilio levantó la mano. Ella, entendiendo la referencia, sumergió la pluma en tinta y continuó con sus labores encomendados. Así me gusta, guardando sus colmillos para no esparcir veneno y ni preguntar cosas que no le incumben.

Le sacaría la lengua pero no es adecuado.

—Como les mencioné, tomaré un vuelo para reunirme con ellos, como has dicho, con los doce ancianos más honorables de nuestra raza.

¿Honorables? Algunos de esos idiotas se encargaron de aniquilar a casi todas las generaciones de mi familia e incluso a Clanes involucrados que intentaban ayudarnos. Mi mandíbula se tensó notoriamente y apreté mis puños apoyados entre mis piernas. 

—¿Me ha pedido un acuerdo de paz, verdad? —me limité a solo asentir y aflojar mi tensión: —Bueno, intentaré mencionar que está bajo mi custodia aunque no le puedo prometer cómo resultará, pues me temo que hasta no obtener una respuesta directa de los ancianos no podré comunicarle nada. 

La hija de AlphasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora