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Capítulo 41: La fiesta: Catalina no cae con tacones



Faltaba un día para el baile más ansiado y esperado.

Baudilio había ordenado levantarlos a las seis de la mañana para tener un desayuno ligero y darles las instrucciones a cada uno. Los Bethas colaborarían junto a los Omegas para acomodar las mesas y asientos para los invitados. La comida debería estar planificada y Aurora se encargaba de los preparativos. 
En unas pocas horas, llegarían de distintos países, tierras y uniones distintos Alphas con sus mates, Omegas y Bethas invitados. Anastasia se había encargado de planificar las invitaciones ya que sin eso, no se podía asistir. La seguridad aumentó al punto de tener a todos los Omegas en las afueras de la mansión aunque los Alphas mencionados también vendrían con Omegas y Bethas como guardaespaldas. 

Catalina, con tanto movimiento, apenas pudo divisar a sus amigos. Todos estaban ocupados. Utilizaron el Gran Comedor para remover la mesa y colocar dos hacia los costados. Ahí se sentaran los Alphas más poderosos. En el salón se reencontrarían otras mesas para los Bethas y el baile. 
Como es tradición, Baudilio Bathory mandó a llamar a las seis Omegas más codiciadas para la tradición que demandaba su cultura. Consiste en un baile repleto de acrobacias, saltos e incluso una forma artística con fuego. Estaban dejando todo listo. 


***


El día llegó. 

Catalina temía salir de su cuarto. Algunos Alphas ansiaban conocerla pero ella presentía que iba a ser juzgada, menospreciada y humillada. Su vestido rojo, el obsequio de Elías y Román, estaba tendido en su cama. Lo miraba con detenimiento y pensaba cómo se vería apareciendo a aquella fiesta luciéndolo. 
Aurora se acercó a ella para traerle el desayuno e intentó convencerla de que asistiera esa misma noche a la fiesta, ya que podría ser una experiencia única para ella. Sí, única. No le expresó si podría ser una experiencia única para bien o para mal. Boris se acercó también para intentar convencerla y hablaron de los miedos. Catalina se destacaba por haberse enfrentado a ladrones, criaturas nocturnas y a su padre —sí, hay que aclararlo—, entonces debía ser valiente pero aun lo meditaba. Janeth ingresó con una maquilladora amiga de ella; una Betha llamada Griselda. La tarde se asomaba y Janeth comenzó a prepararse: alistarse el peinado, vestido, accesorios y maquillaje. Boris se sumó de colado. 


—¿Janeth ya sales del baño? —insistía Boris golpeando la puerta del baño de Catalina.

—¡En cinco minutos salgo! 

—¡Has dicho eso mismo hace dos horas atrás! —apuraba agobiado el Betha —¡Sal! ¡Además no es tu cuarto!

—¡Y tampoco es tuyo! —reclamaba asomando su cabeza abriendo ligeramente la puerta —¿Y tú por qué estás con nosotras? Somos todas chicas.

—Catalina me dejó —le empuja la cabeza y cierra la puerta —. Apúrate, bruja. 


Griselda era una muchacha de más edad que Janeth. Incluso parecía de la edad de Boris, aproximadamente unos veintitrés. Estaba preparando sus maletas con maquillajes, distintos productos de limpieza facial y corporal y Catalina se preguntaba de dónde sacaba tanta cantidad de cosas. ¿Acaso es la valija de Newt Scamander
Griselda era una Betha de pocas palabras y parecía conocer ya a los integrantes de la mansión Bathory. Esta tenía un cabello lacio, largo y negro (aunque seguramente estaba teñido), tenía distintos tatuajes en su blanca piel y un excesivo maquillaje particular. Le encantaba a Catalina. 

Cuando Janeth terminó de ducharse, Griselda la esperó para hacerle una mascarilla facial y terminaron tomando a Catalina también. La joven de ojos celestinos intentó seguirles el juego sin pensar en asistir a la fiesta por el miedo que la rodeaba. Catalina estaba siendo maquillada al mismo momento que Janeth le alisaba su cabello sedoso. Quedó impresionada de su transformación: su cabello se encontraba tan lacio que le recordaba el agua cayendo de una cascada, esta vez, sobre sus hombros. Nunca se había visto maquillada: tenía unos hermosos labios rojizos y unas sombras amarronadas acompañando un sutil delineado, pestañas postizas y un poco de iluminador para resalar su belleza.


—Anda, ponte ese maravilloso vestido y los zapatos —indicó Griselda.


Mientras se retocaban, Catalina se vistió. 

Las señoritas estaban fascinadas de lo hermosa que se veía. Boris salió del baño y le chifló. Tomó de su mano para hacerla girar y admirar lo bonita que lucía. Nunca se la habían imaginado así. Boris traía consigo su traje de gala y su húmedo cabello con gel.
Cuando estuvieron todos listos, salieron. Todos a excepción de Catalina. 

Ya pasado media hora la fiesta había comenzado. Se escuchaban los barullos de las personas hablando entre si abajo, las vibraciones a montones y la cantidad de personas indicaba que estaban en la planta baja. Arriba sólo estaba Catalina.

Pasaron dos horas. 

La puerta del cuarto de Catalina se abrió: 


—¿Catalina? —musitó Aurora acercándose a ella —Se ve preciosa. 

—Quiero ir pero tengo mucho miedo, abuela —admitió presionando sus puños. 

—Ven, cariño —le tomó de la mano para reincorporarla de la cama —. Iremos juntas.


Aceptó.

Nerviosa terminó aceptando. No había nadie en los pasillos. No tenía ni voz para hablar. Sólo consideró tomar el brazo de Aurora con fuerzas y no soltarla. Le costaba bajar las escaleras con esos tacones rojos. Si no estuviera siendo sostenida por su abuela postiza, se hubiera caído más de dos veces en el intento. Además, el temblor de sus piernas no le ayudaban a mantener una compostura firme. Eso era un punto en contra. 

Cuando bajaron por la escalera al Gran Comedor, las voces comenzaron a hacer silencio poco a poco y las miradas cayeron en ella. Había ancianos y ancianas, adultos y adultas y pocos jóvenes en esa mesa. Sólo pudo distinguir entre tantos ojos dorados los de Baudilio Bathory, sentado como un rey. Catalina bajó los escalones deseando dar media vuelta y huir. Al lado de Baudilio, había seis mujeres del lado derecho y seis hombres del lado izquierdo, donde también estaban Elías y Román. 
Cuando se topó con la mirada de Aren, agachó su vista.

Baudilio se levantó de su asiento.


—Le damos la bienvenida a Catalina Griffin, nuestra primer invitada del Clan Arsenio —destacó y murmullos se escuchaban por lo bajo de todos. 


Aurora, sin mirar a ninguno de ellos a los ojos, acompañó a Catalina para sentarla al asiento vacío al lado de Baudilio Bathory, un asiento número siete entre las seis mujeres del lado derecho. Con un profundo temor, caminó sintiendo la mirada de todos y sentarse. La Omega terminó retirándose para continuar con sus labores. 

¿Qué hacía Catalina Griffin entre tantas personas? 







La hija de AlphasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora