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Capitulo 26: El plan en contra de los gemelos Schneider comienza



Anastasia había escrito una carta. La tormenta no cesó e hizo que las líneas telefónicas se cortaran. En cuanto amaneció, cogió un coche de la mansión y tomó rumbo a la ciudad donde sabría a qué personas encontrar para hacerle llegar la gravedad del asunto a Baudilio Bathory. La mañana era gris y apagada, aunque las bromas de los gemelos no disminuían. Catalina estaba sentada junto a Nina y Boris, Clarissa simplemente leía un libro de romance y Janeth corría por toda la casa con un bate de beisbol a Roland y Thomas.  


—¡Oigan! —gritó Boris mas serio de lo habitual —¡Ya basta!

—No van a oírte —acotó Clarissa apenas mirándolo y continuó con su lectura.


Boris resopló y continuó también con su desayuno escuchando los alborotados barullos de los tres escandalosos. Nina simplemente festejaba aplaudiendo la escena. Catalina estaba mas enfocada en Boris. Este incluso no reparó en que ella, lo estaba mirando. Se le veia cansado, estresado y agotado. A pesar de haber dormido apenas unas horas, no bastó. Ella supo que él no había pegado ojo en la noche seguramente pensando en aquella criatura que ambos vieron. Supo inmediatamente que estaba angustiado y desamparado sin la presencia de Baudilio y comprendió que Mattew debia de ser una figura muy importante, ya que era él quien se encargaba del mantenimiento. 

Por instinto, tomó la mano de Boris y éste le sonrió genuinamente. 

El momento se vio interrumpido cuando Janeth se tropezó y cayó al suelo haciendo que el bate sonara realizando un eco en todo el Gran Comedor. Roland se acercó para ayudarla y cuando le tendió una mano, ella lo sujetó con fuerzas y también lo tiró al suelo: mala idea. Ambos quedaron muy cerca y Janeth terminó por salir corriendo en cuanto tuvieron un contacto visual cercano.


—¿Qué pasó? —preguntó restándole importancia Thomas y levantó a su hermano.

—No lo sé, pensé que iba a matarme pero —miró hacia los jardines —ella se fue.

—Me iré a mi cuarto. Permiso —aseveró Clarissa sin mirar a nadie. 

—Tengo que arrancar con los entrenamientos al área infantil —suspiró Boris cansado y se levantó sin ánimos de siquiera caminar.


Aurora terminó por llevarse a Nina para darle una ducha y prepararla para que pueda comenzar a estudiar junto al resto de las niñas del hogar. Catalina se quedó pensando en Boris y también en Janeth, la cual se había ido corriendo tras los jardines.
Encaminó hasta afuera y el cielo gris les ofrecía apenas una llovizna húmeda. Apretando su campera grisácea, se detuvo a escuchar la dulce —y triste— melodía de una guitarra. Janeth estaba lagrimeando debajo de un árbol. 


—¿Janeth? —se acercó Catalina hasta tomar asiento a su lado, en la suave tierra mojada.

—¿Qué quieres? —ni se inmutó en mirarla e intentó disimular sus ojos cristalinos. 


Catalina sentía reprimirse ante la dura coraza de Janeth. No sabía qué preguntarle. Quizás, no debía preguntarle nada. Ambas se quedaron en silencio por más de diez minutos. Los minutos más eternos para Catalina pero bien sabía que estaba contando con su presencia sea lo que la anduviera angustiando.

La hija de AlphasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora