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Camille entrecerró los ojos como si con eso fuera a descubrir algo, ahora mismo se arrepentía de no haber prestado la suficiente atención a las clases cuando hablaban sobre la legeremancia, aún que algo le decía que no podría entrar a la cabeza de Victoria Pieterse incluso si ese fuera su único propósito de su vida.
La Hufflepuff siguió analizándola por varios minutos ignorando completamente el libro y pergamino frente a ella, nada le interesaba más que saber lo que ocurría, podría preguntar, pero no servía de mucho si la otra iba a darle una respuesta poco honesta, su entrecejo se frunció y por fin Victoria se percató de la mirada que estaba recibiendo.
— ¿Pasa algo? —preguntó mientras veía detrás de ella esperando encontrarse a alguien, pero no había nadie.
— Eso es lo que me pregunto constantemente.
— ¿Si pasó algo? —cuestionó dejando mostrar lo confundida que estaba, Camille dejó la pluma sobre la mesa y juntó sus manos sobre la misma para volver a escudriñarla.
— No lo sé, has estado rara, como que te pierdes más en tus pensamientos y eso no es muy de ti.
— Perdón por usar mi cerebro.
— No es eso. —murmuró— Es que ahora es diferente.
— Ilumíname.
— Cuando estás pensando tienes esa mirada aterradora pero ahora pareces triste, me sorprende saber que puedas tener sentimientos la verdad.
— Muy graciosa, Camille. —musitó mientras se cruzaba de brazos y se acomodaba mejor en la silla— ¿Qué es lo que insinúas?
— No insinúo nada, solo me gustaría saber qué pasa contigo y porque estás tan molesta con todos.
— No estoy molesta con nadie más que conmigo misma... Y quizás ese estúpido hurón.
— Oh, así que es por ahí el tema. —dijo cambiando la seriedad en su rostro por una sonrisa radiante que a Victoria solo le hizo rodar los ojos— Aún que ya no me sorprende que él sea la causa de que te molestes, siempre ha sido así.
— Si...
Camille volvió a entrecerrar los ojos al ver a Victoria volver a su posición anterior evadiendo que ella la observara mejor, pero conocía esa técnica.
— Me perdí de nuevo.
— Puedo buscarte un mapa si quieres.
— Hablo en serio, Tori. —la mencionada alzó la mirada— Somos amigas, puedes contarme lo que sea, no voy a juzgarte.
— ¿No lo harás? —preguntó, Camille asintió casi que con mucha emoción— Lo tendré en cuenta.
