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— Jesabella dijo que fuiste su mejor amiga. —Caroline Dekker alzó la mirada de la copa que tenía entre sus manos para enfocarla en Victoria— Sabes, a mí me dijeron que soy una perra sin corazón, pero sería incapaz de hacer lo que tú le hiciste a ella.
— No sabes nada.
— ¿No lo sé? —una risita salió de entre sus labios— Ella te protegió, te dio un lugar donde ocultarte y lo siguiente que hiciste fue divulgar su paradero, no soy muy sentimental pero no solo la condenaste a ella, sino también a su hija, Sirius Black solo habría necesitado un poco más de tiempo, pero tú abriste la boca.
— Eso no es verdad. —negó— Ella sabía que pondría mi vida antes que la suya, hice lo que ella quería.
— Pero ella si puso la tuya por sobre la de ella, la traicionaste como una rata, te aliaste con Peter Pettigrew para entregar a sus amigos. —murmuró mientras negaba con la cabeza— ¿Qué hubiese pasado si el destino de Ella era igual que el de Lily y James Potter? No solo habrías cargado con una vida, si no con dos y apuesto a que Sirius si habría tenido una buena razón para estar en Azkaban.
— ¿Quién te crees para hablarme de esa manera? —escupió a la vez que llevaba el cuerpo de Victoria a una de las paredes, la menor sonrió al sentir la punta de la varita en su cuello.
— Puedo verlo en tus ojos, quieres ocultar que no sientes nada, pero veo la culpa ahí. —susurró— Conocí a la hija de Jesabella, una idiota si me lo preguntas pero que sería capaz de ponerse en peligro para salvar a otros, Lupin dijo que sacó eso de su madre, pero apuesto a que si vez sus ojos verás el fantasma de Black en ellos.
— ¡Cállate!
— Sirius Black pasó 17 años alejada de su propia hija por tu culpa y Jesabella murió protegiendo a la misma, también por tu culpa, porque si no hubieses abierto la boca ambas habrían escapado. —la presión de la varita aumentó— Nina está en la casa de Garrett Thompson.
— ¿Qué?
— Voldemort la quiere para evitar el peor final, algo me dice que no está teniendo muchos resultados, en cualquier momento la matará tanta tortura. —la varita fue bajando hasta quedar a un costado de su dueña, Victoria la separó poco a poco— ¿Vas a cargar con ese peso también?
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El cielo empezó a tornarse gris, en la lejanía pudo escuchar el sonido de un trueno indicando que una tormenta se avecinaba, incluso el clima parecía querer traer consigo cosas malas, pero quién estaba observando por la ventana no quería ser pesimista, no cuando estaba tan cerca de conseguir lo que estuvo buscando, solo necesitaba tiempo, un poco más de tiempo.
Sin embargo, Victoria aquel día no corría con la ayuda de este último, pues cuando la primera gota de lluvia cayó la puerta de su habitación se abrió, la figura de Ellery se recargó en el marco de la puerta con su aspecto enfermizo que ahora ya era parte de su vestuario desde que regresó de donde sea que estuviera.
— Se lo que quieres hacer.
— Y porque no luzco sorprendida. —espetó mientras jugaba con su varita.
— Él ya lo sabe, se lo advertí...
— ¿Hiciste qué? —preguntó observándola con molestia, lamentablemente la vidente no pudo decir nada cuando Victoria salió corriendo escalera abajo donde pudo ver a su tío.
— ¿Qué creíste Victoria? —inquirió con una sonrisa— Eres solo una niña, no puedes pelear algo que no vas a ganar.
— ¿Ganar? ¿Crees que quiero ganar? —una carcajada retumbó el salón— Necesito tiempo.
— Yo también.
Ezra Harrelson lanzó el primer hechizo que Victoria no pudo evitar, su cuerpo fue enviado contra una de las puertas rompiendo en el proceso el vidrio en él, el dolor que sintió en su brazo al ser clavado por uno de los pedazos pasó a segundo plano cuando el crucio impactó contra su cuerpo, pero Victoria no pensaba dejarse morir, no ahí, no en esas condiciones.
SI Victoria Pieterse tenía que morir no iba a ser a manos de su tío, ella iba a morir bajo sus propios términos, su mirada entonces se clavó en el candelabro sobre ellos dejando que cayera y se destrozara, la acción hizo que su tío cambiara su concentración y Victoria pudiera levantarse para ocultarse, su dedo se acercó hacia la herida punzante sintió la sangre emanar, mordiendo su labio inferior quitó el pedazo de vidrio incrustado dejándolo caer al suelo.
— Sal de ahí ratoncito. —dijo su tío, podía sentir la burla en su voz— Déjame enviarte con tus padres.
— Luego dirás qué acabaste con un traidor, no puedo darte ese gusto.
— Así que ya lo sabes... —susurró— Tenía que ganarme su confianza, matar a tus padres fue lo más fácil, fui yo quien dejó aquellas cartas a tu madre sobre lo ruin que era tu padre, yo lo supe antes, quería disfrutar del dolor de Hazel. —Victoria aferró su mano al otro pedazo de vidrio para sacarlo, pero este le mostró la posición donde estaba su tío.
— Pero no vas a disfrutar del mío. —susurró antes de recitar un hechizo que fue escuchado por error— ¡Sectumsempra!
El cuerpo de Harrelson cayó al suelo que rápidamente se cubrió de su sangre, Victoria caminó lentamente hacia donde estaba y tomó la varita a su costado para romperla en dos partes y lanzarlas lo más lejos que podía, incluso si el cuerpo ensangrentado de su tío no podría moverse era mejor no arriesgarse, los ojos del hombre observaron cada movimiento de la otra.
— Gané. —musitó con una sonrisa en el rostro mientras pisaba una de las heridas provocando una queja por parte de él— No me mal entiendas Ellery —dijo al darse cuenta de la presencia de la vidente—, no tengo nada en contra de ti, pero odio a las personas que no pueden mantener su boca cerrada, los soplones son de lo peor. —la varita en su mano izquierda se alzó— Avada Kedavra.
A los oídos de Victoria llegó el sonido de la mujer cayendo al suelo, dejando en la habitación el ruido de la respiración irregular de Harrelson a quien solo miró por unos segundos antes de alejarse de ahí, al llegar al patio exterior su cuerpo cayó de rodillas sus manos temblaban levemente ante las imágenes tan vividas en su cabeza.
— ¿Victoria? —la cabeza de la mencionada dejó de mirar sus manos para enfocarse en la mujer que resolvió el misterio tras la muerte de sus padres.
La adolescente se levantó y caminó hacia ella, quien solo se atrevió a ver las manchas de sangre en su ropa, las heridas en su rostro y el suave temblor en sus manos.
