16. Ganar una batalla no significa ganar la guerra

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  • Dedicado a Ilse Herondale
                                    

(Kiam)



Tras un par de combos realizados a la perfección, conseguí degollar al monstruo con un grácil tajo de mi espada. Comencé a pulsar los botones del mando, siguiendo un preciso orden de comandos y, tras derrotar a un par de monstruos más, recogí la recompensa que obtuve por ello y pausé la partida.

Me aburría.

Eran casi las cinco de la tarde y lo único que había hecho desde que me había despertado, había sido jugar a videojuegos para intentar pasar el rato.

Paris se había ido con Darel... otra vez, aunque ya habían transcurrido dos días desde que mi amigo y ese idiota —al que aún no soportaba— habían pasado todo el santo día juntos.

Era patético el haberme olvidado de mi plan inicial, que simplemente consistía en averiguar dónde iban a quedar, para ir allí también y arruinar las "posibles" malas intenciones que tenía Darel. Porque seguía pensando que ocultaba algo, y no pensaba dejar que Paris se volviese a encontrar a solas con él.

O ese había sido también mi plan, hasta que el de pelo azulado me contó todo lo que hizo ese día y lo feliz que se sentía al haber podido conocer un poco más al de ojos azul cielo. Después de eso, me había dicho que Darel le iba a invitar hoy a no sé qué sitio al que podían ir gracias a unas entradas que Owen le había regalado al moreno hacía unos días, por lo que no me quedó otra opción más que aceptar dejarlo ir al ver lo entusiasmado que parecía. Aunque era cierto que la bruja de pelo rosa iba con ellos, por lo que estaba más tranquilo.

Pero esta vez le había impuesto una condición: tenía que mandarme un mensaje al móvil cada media hora para ver cómo estaba. ¿Qué daba honor a mi sobrenombre de "mamá gallina" como decía Lori por hacer ese tipo de cosas? Me daba igual. Si la cosa más inocente del mundo campaba a sus anchas al lado de un imbécil como Darel, estaba dispuesto incluso a colocar un microchip en uno de sus dientes como hacían en las pelis de espionaje.

No quería que Paris sufriese si al final eran ciertas mis sospechas sobre Darel. Si en realidad sólo se estaba haciendo pasar por su amigo, para divertirse y más tarde mofarse de él, yo mismo me encargaría de romperle uno a uno todos los huesos de su cuerpo. Además de que existía la posibilidad de que Darel fuese gay. No lo sabía aún a ciencia cierta, y el idiota de la dilatación tampoco me había dicho nada. O más bien, no le había conseguido sonsacar nada cada vez que insinuaba el tema.

Habían pasado también dos días desde que me pidió ayuda para grabarlo mientras hacía surf. Cuando no estaba con Paris escuchando una y otra vez "lo genial" que era el imbécil de ojos azules, o cuando no me encontraba ayudando a mi padre en el restaurante, me pasaba las horas con el imbécil de los piercings. En realidad, lo único que había hecho prácticamente en estos dos días, era sujetar una cámara de vídeo como un idiota mientras él montaba las olas.

Me sacaba de quicio. Odiaba lo idiota que era, y las ganas de ahogarlo en el mar para hacerlo desaparecer de una vez por todas, incrementaban a cada segundo que pasaba con él; pero tenía que reconocer lo bien que me sentía al enrollarme con Barb.

Desde que me hizo aquella felación en su casa, sólo habíamos compartido besos voraces y hambrientos antes de ir a la playa para grabarlo, además de algún que otro toqueteo por aquí y por allá; aunque últimamente la idea de empotrarlo contra la pared no había dejado de rondar por mi mente.

Siempre había dicho que jamás me acostaría con un tío, pero desde que había comenzado a liarme con Barb, la simple imagen de hacerle llorar mientras me lo tiraba y me pedía más y más, me encendía.

De Príncipes y Princesos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora