29. A veces un príncipe ha de luchar solo

26.3K 2.3K 1K
                                    



(Paris)





La imagen de Darel en el suelo, con la mirada en blanco y parte de su camisa fuera de su sitio, hizo brotar en mí un malicioso sentimiento que hasta ahora nunca antes había experimentado.

En cualquier otra ocasión, y conociéndome tanto como me conocía a mí mismo, lo más seguro es que hubiese dado un paso atrás para salir corriendo. No por no ayudar a la persona que estuviese siendo maltratada en cuestión —en esta ocasión Darel—, sino porque muy en el fondo sabía que era un cobarde. Sin llegar a cuestionar nunca nada de lo que me decían mis padres. Acatando todas y cada una de sus normas. Manteniéndome encerrado en esa burbuja que, según ellos, me daba absoluta seguridad. Pero ya hacía mucho tiempo que no quería seguir así. Más de lo que ellos creían.

Y el primer paso para romper esas cadenas fue el animarme a hablar con Darel, ese chico de ojos color cielo y apariencia de surfista al que veía todos y cada uno de mis días desde lo alto de mi ventana. Ese chico que me animó a empezar a ver las cosas de forma distinta y a que creyese un poco más en mí mismo. Ese chico por el que, sin saberlo, terminé sintiendo más de lo que creí que podía sentir en un principio.

Apreté los puños lo más fuerte que pude tras recordar todas esas cosas, hice acopio de valor y di un paso al frente, encarándome a ellos aunque aún se encontrasen a unos metros de distancia.


—Dejad a Darel en paz.


Aún habiendo reunido todo el valor que me era posible en estos momentos no dejaba de estar, en parte, asustado. Era la primera vez que iba a enfrentarme de esta forma a otras personas, y eso asustaba; pero no iba a dejar que notasen esa pizca de miedo en mi voz, por ello había sido tan tajante y directo.

Aunque si teníamos en cuenta que todos ellos medían bastante más que yo, era como si David se estuviese metiendo con Goliat y sus secuaces en un espacio tan reducido como lo eran unos baños cualesquiera.


«Aunque al final fue David quien ganó» —me intenté animar a mí mismo.


Uno de los chicos que rodeaban a Darel —el que más me sonaba de todos ellos— me dirigió una cara de pocos amigos y dio dos pasos hacia mí, a lo que yo respondí quedándome quieto en mi sitio sin dejar que me intimidase.


—Pero mirad a quién tenemos aquí. Si no es ni más ni menos que el «príncipe» del instituto, también llamado Paris Donahoe —comentó con cierto cinismo—. ¿Cómo es que alguien como tú está en un sitio como este?


—Cap, ¿qué se supone que estás haciendo tú aquí? —le rebatió con otra pregunta Lori.


Y entonces lo recordé. Recordé el primer día que Darel y los demás me habían traído al S.K; día en el que había conocido a esta persona: Cap Harper, ese chico de cabello rubio ceniza que me había insinuado, como que no quería la cosa, que Darel era gay. Pero en esos momentos ni siquiera le había tomado la mayor importancia, es más, aunque había intuido que no era muy del agrado de Lori ni del resto, me había olvidado por completo de su existencia.

De Príncipes y Princesos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora