3. Un primer paso para ser libre

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(Paris)

—Te echaré mucho de menos, cariño —mi madre volvió a repartir un par de besos por mi cara, y después me revolvió el pelo.

Sonreí cuando se separó, y tras observar detenidamente su figura, me enfoqué en mi padre, el cual, había dejado de hablar con Gail para dirigirse a mí.

—Ya lo sabes —habló—, si pasa algo contacta con Gail. Ya que él se quedará aquí, hemos decidido que sea tu tutor durante este verano en vez de contratar a otro, pero como no estará contigo hasta dentro de una semana, puedes tomarte este pequeño periodo de tiempo como unas vacaciones —hizo una pausa—. Cuando termine su trabajo, volverá, y se quedará contigo hasta que regresemos.

—Ya lo sé —repetí por enésima vez—. Me has dicho esas mismas palabras un montón de veces en estos días. ¿Qué es lo que podría pasar? Me pasaré el tiempo en casa jugando con Kiam a algún videojuego o iré con él a la playa, así que no tenéis por qué preocuparos tanto.

Esperaba que la pequeña mentira colase, porque si descubrían mis verdaderas intenciones, estaba muerto.

Mi padre me miró con una expresión extraña, y después de soltar un largo suspiro, se acercó a mi madre.

—Está bien —volvió a hablar—. Confiaremos en ti, así que más te vale que cuando regresemos hayas avanzado con tus estudios. Y dale recuerdos a Kiam de mi parte. Hace ya un tiempo que no lo veo ni a él ni a sus padres.

Asentí sonriente al ver que mi pequeña mentira había surtido efecto, y observé en silencio a Gail mientras se despedía de mis padres. Cuando éstos se montaron en la limusina, mi primo se acercó a mí, y revolvió mi pelo de la misma forma que anteriormente lo había hecho mi madre.

—Tengo que irme también —confesó—. Pero nos veremos en siete días, así que pórtate bien.

—Claro que lo haré —respondí.

Gail me observó de nuevo, y después de apartar su mano de mi cabello, se me quedó mirando fijamente. Se agachó hasta quedar a mi altura, acercó su rostro al mío, y no pude evitar que por mi cara se asomase cierto sonrojo debido a su proximidad.

Me aparté de él —sin saber el por qué había hecho eso—, y agaché la cabeza algo avergonzado.

—B-bueno —balbuceé nervioso, haciendo que él despertase de su extraño trance y volviese a erguirse de nuevo—. Te deseo un buen viaje.

Gail abrió y cerró la boca varias veces, y tras darse cuenta de lo que acaba de ocurrir, suspiró, y volvió a observarme como antes.

—Lo... siento —dijo algo confundido—. Me pareció ver algo en tu cara, pero no era nada.

Alcé de nuevo la cabeza, y sonreí también.

—No te preocupes —contesté, aunque no sabía cómo lidiar con la extraña atmósfera que se había creado.

De Príncipes y Princesos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora