33. Los cobardes temen empuñar su valentía

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(Kiam)





—Muy bien, Kiam. Respira hondo que tú puedes.


Tras animarme a mí mismo por quinta vez consecutiva, elevé el dedo índice y toqué el timbre de aquella casa en la que, o bien se solucionaban las cosas, o bien se formaba una nueva escabechina. Lo primero que ocurriese.

Esperé ansioso, a la par que nervioso, balanceando mi cuerpo de un lado a otro con las plantas de mis pies, y cuando escuché un ruido cercano al otro lado de la puerta tragué saliva un tanto cohibido.


—¿Kiam? ¡Qué sorpresa! —exclamó la pequeña chica de pelo castaño tras abrirla, aunque agradecí que fuese ella y no su hermano pequeño.


—Esto... —volví a tragar saliva—. Venía a ver a tu hermano. Quería hablar con él de unas cosas.


Sophie sonrió con calidez al escucharme y me invitó a pasar dentro con un gesto de manos. La seguí sin decir palabra alguna por el largo pasillo —quedándome embobado, una vez más, por lo inmenso que era el dúplex donde vivían—, y cuando llegamos al salón donde había hecho «ciertas cosillas» con Barb, hacía ya bastante tiempo, no pude evitar sentirme algo incómodo y culpable al estar ahora con su hermana mayor en ese mismo lugar.


—Barb no está en casa, pero no tardará mucho en llegar —comentó la susodicha mientras rebuscaba algo por el salón, llamando así mi atención—. Yo me tengo que ir «ya de ya» porque he quedado con una amiga para revisar ciertos detalles de la boda, que ya está a la vuelta de la esquina.


Oh', entonces vendré en otra ocasión —dije un tanto... ¿apenado?


—No no, quédate. Si ya te digo que estará al caer —me recordó—. Puedes esperarle aquí o en su cuarto. Siéntete como en tu casa, no hay problema.


Me froté las palmas de las manos con los dedos de las mismas y, volviendo a tragar saliva, hablé una vez más.


—No, en serio —ahora fui yo quien llamó su atención—. Es decir, agradezco la confianza y tal, pero...


—No hay «peros» que valgan —rechistó junto con una mueca de disgusto—. Ya te he dicho que no hay ningún problema en que te quedes a esperarlo. Así que hazme caso y, cuando llegue, habla de todo lo que tengas que hablar con él —suspiró—. Desde el día que peleasteis en la playa mi hermano se ha comportado de forma muy extraña, por lo que quiero que seáis capaces de hablar las cosas. Y si ahora te vas, lo más seguro es que ambos vayáis aplazando dicha conversación hasta llegar a un punto en el que ya directamente ni lo habléis.


«Vaya que sí que está en lo cierto» —afirmé para mí.


En realidad no se equivocaba. Si ahora que por fin me había armado de valor para hablar las cosas, terminaba por marcharme a casa, lo más seguro era que me fuese haciendo el remolón y a saber cuándo volvería a coincidir directamente con Barb para hablar de todo.

De Príncipes y Princesos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora