(Owen)
—Rachel, ¿me puedes explicar qué estás haciendo?
Mi secretaria hizo caso omiso de mis palabras y siguió enfrascada en su tarea, la cual era, ni más ni menos, que rasgar hojas de papel hasta transformarlas en simples pedazos, como si de una trituradora de papel se tratase.
—En teoría tú eres la persona más cuerda de los dos, por lo que no me explico qué es lo que se supone que intentas al hacer eso.
La castaña se levantó de su silla, se acercó a la papelera tirando los trozos de papel en ella y, con una mirada con la que parecía querer matar a todo el que se cruzase por delante, se acercó ahora a mí y me estampó lo que parecía ser un informe en el pecho.
—Cosa narcisista a la que llamo “jefe” y que me paga el sueldo, ¿dónde demonios te metiste ayer por la tarde? —tragué saliva y agarré los papeles con las manos antes de que se cayesen al suelo—. Porque te recuerdo que ayer a las cinco de la tarde, ni un minuto más, ni un minuto menos, tenías una reunión con un representante de “E&M Productions”. Pero como el señor tenía que vaguear en vete a saber dónde, al final fui yo la que tuvo que hablar con él.
—Pero se firmó el contrato, ¿verdad? —pregunté como si nada—. Aunque eso no explica por qué pareces una loca demente con indicios psicóticos al estar rasgando papeles como una posesa —me carcajeé.
Rachel apretó los labios e intentó serenarse, pero casi se podía percibir cómo la vena de su frente estaba a punto de estallar.
—Se firmó, sí —afirmó—. ¿Que por qué los estaba rompiendo? Porque de esa forma puedo liberar el estrés que me causas y así evito el querer asesinarte a veces con mis propias manos.
Tragué saliva algo asustado y decidí que era mejor no hacer ninguna gracia sobre el asunto, por si mi salud física o mental corrían peligro debido a ello.
Rachel sonrió ahora burlona, se acercó a mi escritorio y, tras coger una pila de papeles y carpetas en los que no había reparado antes, se volvió a acercar a mí.
—O coges todo este papeleo ahora mismo y te pones a revisarlo y a firmarlo tranquilamente, o te encierro en tu despacho bajo llave hasta que lo hagas —amenazó—. Tú eliges.
Coloqué el informe que me había estampado en el pecho anteriormente encima de todo lo demás y, sin poder quejarme, sujeté la montaña de papeleo cuando Rachel me la dio.
—Ale —se sacudió las manos—. Ya tienes trabajo para hoy. Yo me voy a tomar un café.
Y sin decir nada más, salió de mi despacho cerrando tras de sí la puerta.
Que mi secretaria me ordenase hacer cosas siendo yo su jefe parecía ser demasiado irónico, pero era algo comprensible ya que la mayoría del tiempo me escaqueaba en cuanto podía y la sacaba de quicio, dejando que ella realizase al final todo el trabajo.
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De Príncipes y Princesos ©
RomanceParis Donahoe es un príncipe encerrado en su propio castillo. Hijo de uno de los empresarios más influyentes de todo Sídney, y cansado de comportarse siempre como el chico perfecto, su único escape de la realidad es su amor por la música y el pia...