(Darel)
El día de hoy tenía que ser perfecto.
Me levanté de la cama, abrí la ventana de mi habitación —tras subir la persiana—, y asomé la cabeza por ella, dejando que el característico aroma veraniego de Sídney se colase por mis fosas nasales.
Hacía ya un par de días que no había visto a Paris. Desde que casi lo beso en el Centro Marino, cuando resbalé y caí encima de él, no había vuelto a hablar con el de pelo azulado. Es cierto que le había enviado un mensaje a su móvil, pero en estos dos días no había obtenido ninguna respuesta, por lo que pensaba ir a verle en persona. También había tenido suficiente tiempo para pensar en lo que haría a partir de ahora y, por fin, había decidido contarle todo.
Ya es hora de que afronte mis miedos y sea valiente —me recordé por enésima vez.
Inhalé una fuerte bocanada de aire y, tras dejarlo escapar, me vestí lo más rápido que pude. Salí de mi habitación —maquinando aún las mil y una cosas que le diría a Paris—, pero justo cuando bajé el último peldaño de las escaleras, un enorme estruendo en la cocina me hizo girar en dirección a ella.
—¿Qué ha pasado? —pregunté al ver a mi hermano arrodillado en el suelo con un montón de cajas y demás objetos a su alrededor.
—Oh, nada, nada. Tropecé con la pata de una silla mientras cargaba todo esto, y ya ves el resultado.
Suspiré —a la par que negaba con la cabeza hacia los lados— y, sin que él dijese nada, me agaché para ayudarle a recoger todo.
Ayer le había dicho que hoy no podría ir al S.K. porque tenía otros planes; planes que no eran, ni más ni menos, que ir a hablar con Paris. Mi hermano no me había preguntado de qué se trataba —cosa rara en él, siendo sincero—, por lo que no me parecía nada extraño que quisiese sacar el tema ahora que tenía la oportunidad de hacerlo.
—Y... ¿puedo saber de qué se trata la cosa para que me hayas dejado claro que no puedo molestarte en todo el día? —preguntó, como había previsto.
Suspiré de nuevo mientras me ponía de pie, dejé sobre la mesa varias de las cosas que se habían desparramado por el suelo, y me crucé de brazos cuando él se levantó y se colocó frente a mí.
—Voy a ir a la casa del chico que me gusta a decirle lo que siento —confesé en un momento de sinceridad.
A pesar de que Judha sabía perfectamente sobre mi atracción hacia las personas de mi mismo sexo, jamás había tenido con él alguna charla sobre los chicos que me gustaban o que me parecían más o menos atractivos. Ningún hermano pequeño, en su sano juicio, hablaría de primeras sobre esos temas con su hermano mayor —o al menos para mí no era lo más normal—, pero ya que había decidido, después de tantos años, hablar las cosas con el chico que me robaba más de un suspiro, ¿por qué no lanzarse de lleno a la piscina y darle también "la noticia" a Judha?
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De Príncipes y Princesos ©
RomanceParis Donahoe es un príncipe encerrado en su propio castillo. Hijo de uno de los empresarios más influyentes de todo Sídney, y cansado de comportarse siempre como el chico perfecto, su único escape de la realidad es su amor por la música y el pia...