(Paris)
Llegué sin aliento a casa y, tras cerrar la puerta de la entrada, apoyé mi espalda sobre ella.
Realmente no sabía qué era lo que acababa de suceder. Mi corazón latía demasiado deprisa y no era solamente por haber venido corriendo, sin parar ni un segundo, desde el Centro hasta aquí.
Había estado jugando y dando de comer a los delfines del Centro, hasta que uno de ellos me salpicó y me empapó de arriba a abajo. Después, había seguido a Darel a los vestuarios —ya que dijo que me daría una muda de ropa seca para que me cambiase—, aunque de pronto, sin que lo hubiese visto venir, me encontraba debajo de él.
Sus ojos se habían clavado en los míos, cortándome la respiración por unos segundos, y haciendo también que mi cuerpo se paralizase y que mi corazón palpitase con más fuerza.
Aún no entendía por qué me había puesto así, aunque sí me había dado cuenta de que desde que ambos habíamos ido por primera vez al Centro, y Sophie se había confundido al decir que Darel y yo éramos pareja, me sentía realmente nervioso a su alrededor. O al menos más nervioso que de costumbre.
Hasta ese momento no me había replanteado si Darel tenía novio o si estaba enamorado de algún chico. Él era genial, por lo que seguramente el chico con el que saliese también lo sería, y yo pensaba apoyarles en todo momento... aunque por alguna extraña razón algo en todo eso me incomodaba.
Pero Darel era mi ídolo. Era el chico al que siempre había admirado, así que ahora que por fin éramos amigos, iba a apoyarlo tomase la decisión que él tomase. Aunque eso no explicaba lo que le había pasado para actuar así, ni por qué yo había huido de esa forma tan repentina.
Sus reacciones me habían confundido y habían hecho también que me pusiese nervioso y huyese, pero si lo pensaba ahora con calma, debería de haberme quedado allí y reír su gracia. Porque lo más seguro es que hubiese sido una simple broma... o eso quería creer.
Inspiré y exhalé para intentar regular mi —aún— acelerada respiración y, cuando me despegué de la puerta, sonó el timbre.
Una de las empleadas de la casa apareció al instante en el recibidor, pero al verme parado frente a la puerta sonrió y, tras darme las buenas tardes, se giró y volvió a marcharse por donde había venido.
Tragué saliva cuando el timbre sonó de nuevo, esperando que la persona que se encontraba al otro lado de la puerta no fuese Darel, ya que ahora no tenía ni idea de cómo actuar frente a él. Tragué saliva una vez más y, cuando por fin me decidí, me acerqué a ella para abrirla.
—Ya me estás explicando por qué saliste corriendo de esa forma, y por qué me has ignorado mientras corría tras de ti durante todo el maldito camino —dijo la de pelo rosado según abrí la puerta.
Lori se llevó una mano al pecho, intentando regular también su acelerada respiración, y sin decir nada más se auto-invitó ella sola a entrar en mi casa.
Parpadeé varias veces perplejo ante la situación. Por una parte me sentía aliviado de que Darel no me hubiese seguido esta vez, pero por otra parte...
—¿Vas a entrar de una vez o qué? —preguntó Lori asomando la cabeza por el umbral de la puerta.
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De Príncipes y Princesos ©
RomanceParis Donahoe es un príncipe encerrado en su propio castillo. Hijo de uno de los empresarios más influyentes de todo Sídney, y cansado de comportarse siempre como el chico perfecto, su único escape de la realidad es su amor por la música y el pia...