(Owen)
Los molestos rayos de luz que se colaban por la ventana, incidieron justamente en mi rostro.
Gruñí molesto —sin abrir tan siquiera los ojos—, y palpé con una mano la cama, buscando el extremo de la sábana para poder tirar de ella y taparme hasta arriba. Cuando la encontré, la agarré y me cubrí con ella por completo, girándome al mismo tiempo sobre la cama y quedando en otra posición.
Siempre había sido de esas personas que se levantaban en cuanto sonaba el despertador, pero por alguna extraña razón, hoy me había despertado perezoso.
Estaba agotado física y mentalmente a raíz del trabajo y demás situaciones personales y, tras haber trabajado día sí y día también, desde que mi padre me había nombrado subdirector de su empresa, notaba día a día la acumulación de sueño, de estrés y de cansancio.
Por eso pensaba quedarme un rato más en la cama, vagueando aunque tan solo fuese por cinco minutos, antes de desperezarme de una buena vez y asimilar que aún tenía que ir a la oficina; a firmar papeles y más papeles, y a reunirme con clientes o trabajadores de otras empresas que tenían que tratar algún que otro asunto con la nuestra.
Alejé todo tipo de pensamientos de mi mente, suspiré hondo, y acomodé mi cabeza en la almohada, pero inesperadamente mi móvil comenzó a sonar.
Chasqueé la lengua molesto —al darme cuenta de que mis últimos cinco minutos de descanso se habían arruinado—, y con cierta lentitud tiré la sábana a un lado y salí de la cama, para acto seguido coger el teléfono que hasta ahora había estado sobre la mesita de noche que había a mi derecha.
—¿Quién... —bostecé— es? —me froté los ojos con la mano que tenía desocupada.
—¡Jefe! —aparté el aparato electrónico de la oreja al escuchar el sonoro grito—. Maldita sea... ¡¿Dónde demonios te has metido?! La reunión con los directivos de la empresa Smark's es en menos de una hora... ¡¿Por qué no estás ya en tu oficina?!
Tras escuchar las inconfundibles regañinas de mi secretaria, sonreí divertido y volví a pegarme el móvil a la oreja.
—Tranquila, Rachel —miré hacia el reloj que había en la otra mesita de noche y me sorprendí al ver la hora—. Vaya... parece que anoche no puse el despertador y me dormí —reí.
Escuché cómo carraspeaba la garganta, y contuve una sonora carcajada.
—¡¿Cómo que tranquila?! —Rachel alzó la voz de nuevo—. Tú no eres la persona que tendrá que dar explicaciones si llegas tarde, Owen —me puse serio.
Si me llamaba por mi nombre en vez de decirme "jefe", es que me la iba a cargar en cuanto me viera.
—Más te vale estar aquí en menos de media hora, porque como no sea así, me las arreglaré para que en todo lo que queda de semana no muevas tu culo de la oficina, y estés todo el maldito día firmando papeles —amenazó.
Dejé caer los hombros derrotado y suspiré.
—Está bien, "jefa" —dije intentado sonar gracioso, aunque volví a escuchar cómo carraspeaba la garganta—. En menos de media hora, el atractivo y joven empresario Owen Pryor estará ahí —dejé escapar una pequeña risa.
—¿Además de perezoso hoy te has levantado con complejo de ególatra? —ahora fue Rachel la que habló con cierto sarcasmo—. Mira, será mejor que lo dejemos aquí ye te pongas las pilas de una vez. Te lo repito de nuevo: quiero verte aquí en veinte minutos.
—¿Pero no habías dicho en menos de media hora? —contraataqué—. Eres mala, Rachel. Me engañas cuándo y cómo quieres...
—¡Owen! —exclamó de nuevo—. Maldita sea... ¡Deja de perder el tiempo con estupideces y ven de una maldita vez!
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De Príncipes y Princesos ©
RomanceParis Donahoe es un príncipe encerrado en su propio castillo. Hijo de uno de los empresarios más influyentes de todo Sídney, y cansado de comportarse siempre como el chico perfecto, su único escape de la realidad es su amor por la música y el pia...