Extra 3: Tres pequeños relatos sobre sus vidas
(Paris)
—¿Dónde quieres ir de viaje estas vacaciones?
Mordisqueé el último pedazo de galleta del desayuno y caminé hacia Darel, apoyando mis brazos en sus hombros y el mentón sobre su cabeza.
—Realmente me da igual el sitio, ya lo sabes —respondí—. Con poder ir juntos me conformo.
El de ojos azul cielo emitió una risilla picajosa y, sin esperarlo, me agarró por los brazos, dando así una medio-voltereta en el aire, y me tumbó sobre él, quedando así ambos echados en el sofá del salón.
—Así que no te importa ir a dónde sea si voy contigo, ¿eh? —rió y comenzó a hacerme cosquillas por todos los sitios posibles.
—E-efecti-... —reí—. Da-Dare-... —me carcajeé una vez más cuando sus dedos asaltaron mis costados—. O-oye.
Mis risas entrecortadas se entremezclaban con las suyas, creando así un maravilloso concierto que no podía compararse a ni uno solo de los que yo había dado hasta ahora.
Sus labios se acercaron de improvisto a mi cuello y comenzaron a dejar suaves marcas en él, consiguiendo así que mis risas salieran desbocadas de entre los míos.
Decidí vengarme de su repentino ataque y, sin que se lo esperase, le planté un pequeño mordisquillo en la oreja, haciendo que soltase una carcajada inmensa fruto de la sorpresa.
—Con que esas tenemos...
Me agarró por las muñecas, consiguiendo dejarme tumbado debajo de él y, tras mostrarme otra de sus perversas y picajosas sonrisas, fue acercando sus labios a los míos.
El sabor dulce del zumo que había desayunado aún estaba impregnado en ellos, volviendo todavía más dulce la situación. Sus manos pasaron de hacerme cosquillas a quedarse quietas y palpitantes en la parte baja de mi espalda. Mientras tanto, y disfrutando aquel beso lo máximo posible, mis dedos recorrieron la parte alta de la suya hasta entrelazarse con su pelo y juguetear con él.
El ritmo de mis latidos se volvió frenético y no quería que parase. El beso se volvió algo más profundo y mis manos atrajeron su cuerpo aún más cerca del mío. Toda una orquesta de picajosas sonrisas, roces acompasados y tiernos suspiros.
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De Príncipes y Princesos ©
RomanceParis Donahoe es un príncipe encerrado en su propio castillo. Hijo de uno de los empresarios más influyentes de todo Sídney, y cansado de comportarse siempre como el chico perfecto, su único escape de la realidad es su amor por la música y el pia...