45. El impacto de un corazón humano

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(Owen)







—Así que era Judha de quien estabas enamorado.


Mi madre se llevó la mano a la boca tras tal revelación. Mi padre, en cambio, soltó una de sus características risotadas y se llevó ambas manos a su barriga.


—Pero Grace, no te hagas la sorprendida —dijo entre risas.


—¿Cómo? —pregunté desconcertado.


—Cariño, algo habíamos notado —confesó—. Siempre habías dicho que existía «alguien» en tu corazoncito pero nunca te atrevías a decirnos quién.


—Y con quien más tiempo pasabas era con Judha, así que blanco y en botella...


—Espero que el chiste termine con la palabra que debería terminar, Bastian —le reprendió mi madre—. Ni la jubilación ha conseguido quitarte ese humor tan picajoso.


—Iba a decir «horchata», querida. Ya me fastidiaste el chiste —se cruzó de brazos fingiendo indignación.


Ah', sí. La bebida esa rara que probamos cuando viajamos a España —negó varias veces—. Aún así te conozco lo suficiente para saber que no ibas a decir eso.


—Vale, me pillaste —terminó por darle la razón—. Pero tú espera a que se me ocurra otro y verás.


—En fin, volviendo al tema —decidí meterme de por medio porque los desvarios de mis padres, aunque me encantase escucharlos, podrían durar toda una eternidad—. ¿Cuándo os distéis cuenta realmente?


La verdad es que estaba curioso. Jamás me habían insinuado nada de que supiesen la verdad. O, al menos, una verdad a medias.


—Cuando a Rachel se le escapó en la última cena de Navidad después de beber cuatro copichuelas de más.


—¡Señor Pryor! —exclamó la susodicha a mi lado, que parecía querer morirse de la vergüenza ante tal revelación.


—¡Bastian! ¿Qué te dije sobre contar eso? —ahora fue mi madre quien alzó la voz—. Castigado a ir a pagar la cuenta. Andando.


Mecachis'... —mi padre se levantó de su sitio y, entre risas e indignación fingida, caminó hacia el mostrador del restaurante.


—Perdóname, Owen —se disculpó la castaña pegando sus manos una con otra—. En serio que se me escapó sin querer.


Sonreí al imaginar la graciosa situación en la que debía de haber ocurrido todo aquello, a sabiendas de que Rachel lo había revelado para tranquilizarlos al estar tan preocupados e intrigados por mi forma de vida en aquellos tiempos, y froté su brazo con mi mano para hacerle saber que no pasaba nada.

De Príncipes y Princesos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora