(Paris)
Me pellizqué ambas mejillas al mismo tiempo —porque seguía pensando que vivía en un sueño—, y tras comprobar gracias al leve dolor que seguía en la pura y dura realidad, me levanté de la cama y me senté en el borde de la misma. Aún no era consciente de que íbamos a grabar un disco ni de que uno de mis sueños iba a cumplirse.
Me escurrí por encima de la cama para alcanzar el móvil que había dejado en la mesita de noche y, tras desbloquear la pantalla, volví a repasar mentalmente los últimos correos que Becca Zuckerman me había enviado.
Becca era una mujer... podría decirse que un tanto «excéntrica». En el poco tiempo que nos habíamos reunido con ella durante la semana y media después de aquel concurso, había dejado claro cuán orgullosa estaba de sí misma por todo lo que había logrado, y lo mucho que le encantaba buscar nuevos talentos incluso de debajo de las piedras. Y, debido a esto último, nos encontró.
«Syd·Music S.L.» era la compañía discográfica número uno en Australia, y ella su directora y principal accionista. Lo que significaba que una de las mujeres más importantes del mundo del espectáculo y del entretenimiento de este país se había fijado personalmente en nosotros; algo que ya de por sí aterraba e impresionaba a partes iguales.
Tenía miedo a que esto no terminara saliendo bien. A meter la pata y cargarme el trabajo ya no solo de Lori, Barb y Jhon, sino de la propia Becca y del resto de personas que estaban confiando en nosotros. Pero después de haberme insuflado ánimos y valor durante aquel concierto al aire libre y ante aquel tumulto de gente, sabía que también podía conseguir esto.
La otra cosa de la que me había dado cuenta era que grabar un disco no era tan sencillo como creía. Significaba muchas horas de trabajo en un estudio, al micrófono, frente a un ordenador e incluso una vez que se llegaba a casa. Y el apartado para la creación de las canciones, tanto su letra como su melodía, ya era un mundo totalmente a parte.
Si bien era cierto que yo tenía alguna escrita y que a todos les habían parecido maravillosas —lo que conllevó a que se incluyeran directamente en el repertorio del disco—, el pensamiento de que eran pésimas e indignas de que un gran público las escuchara seguía ahí, oculto en lo más profundo de mi consciencia.
Pero tampoco podía echarme atrás. No pasaba absolutamente nada si, una vez al aire y a la venta, no causaba el impacto que todos creían que causaría. Lo que debía de hacer era experimentar esta nueva etapa de mi vida y disfrutarla al máximo.
—¿Quieres que te acerque al centro? —preguntó Gail tras dar un par de golpecitos en mi puerta bajándome así de las nubes, donde llevaba toda la mañana desde que me había despertado.
Guardé el móvil en el bolsillo del pantalón, cogí rápidamente una chaquetilla de lana de dentro del armario y, tras calzarme las zapatillas en un visto y no visto, me dirigí a ella, encontrándome a mi primo recostado sobre la pared de enfrente.
—Cualquiera diría que con lo guapo que te has vestido vas a ir a una cita... —soltó en tono picajoso con claras intenciones de chincharme un poco.
—B-bueno, es la primera vez que voy a tener una cita formal con Darel y quería ir decente —balbuceé avergonzado.

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De Príncipes y Princesos ©
RomanceParis Donahoe es un príncipe encerrado en su propio castillo. Hijo de uno de los empresarios más influyentes de todo Sídney, y cansado de comportarse siempre como el chico perfecto, su único escape de la realidad es su amor por la música y el pia...