(Paris)
Gail llevaba un día entero sin pasar por casa. Cuando había vuelto de la de Kiam, esperándome encontrarlo aquí, lo único que encontré al final fue una nota suya en la que decía que se iría por un par de días para poder así pensar bien las cosas. Le llamé también al móvil para decirle que volviese, pero no cogió ninguna de mis llamadas, por lo que al final desistí y me quedé dormido sin haber podido hablar con él.
No estábamos emparentados por sangre, vale, pero eso no quería decir que no fuésemos familia. Gail siempre se había preocupado por mí y le quería, eso lo tenía claro, pero... no de la misma forma que, al parecer, él me quería a mí.
Aún no sabía a ciencia cierta si de verdad estaba enamorado de mí o simplemente estaba confundido. Si se trataba de lo primero, por mucho que me doliese hacerle daño, tendría que rechazarlo. No podía corresponder sus sentimientos, así que tenía que decírselo y ser franco con él en vez de huir de nuevo.
Y luego estaba lo de Darel. En todo el día de ayer había podido pensar seriamente las cosas, y al final había llegado a la conclusión de que... podía ser cierto que m-me gustase. Quería a Gail y quería a Kiam, pero me había dado cuenta de que ese "querer" era diferente al "querer" a Darel.
Nunca me había enamorado, por lo que no sabía si lo que sentía por el de ojos azul cielo era amor del de verdad, o simple admiración; aunque, el que me sonrojase por sus mensajes, que mis manos temblasen, o que el ritmo de mi corazón se acelerase cuando estábamos juntos, me daba a entender que se trataba de la primera opción.
Kiam me había preguntado que a ver si era gay, pero no creía que fuese así. Podía decir que m-me gustaba Darel, pero nadie más. No sentía todas esas cosas por ninguna chica ni me sentía atraído por ningún otro chico. Mi corazón no aumentaba su ritmo cardíaco y mi cuerpo no se estremecía por nadie más que él. Darel era el causante de todo eso y, aunque al principio podía ser cierto que solo sentía admiración por ese chico al que consideraba mi ídolo, al cabo del tiempo mis ojos debieron de fijarse en él por razones muy diferentes. Aunque no me hubiese dado cuenta hasta ahora.
Tampoco había sido tan impactante el darme cuenta de que me gustaba un chico. Ya le había dicho a Darel, Lori y a los demás en el S.K. que no tenía ningún problema con las personas homosexuales. Cada uno es libre de amar a quién quiera, independientemente del género de ambos, por eso no me sentía mal ni rechazaba el hecho de haberme enamorado de Darel. Tampoco rechazaba la idea de estar enamorado de él, ya que, ¿para qué negar algo que indudablemente era verdad? Pero... también sabía que las cosas no iban a ser tan fáciles como las pintan en los cuentos de hadas.
Dejando a un lado lo que podrían decir mis padres si llegaban a enterarse de todo —cosa en la que no quería pensar en estos momentos—, ¿qué podía hacer ahora? Me gustaba Darel, sí, ¿pero ahora qué? No podía ir a decírselo así como así. Moriría por culpa de la vergüenza y de los nervios si se lo confesaba. Además de que existía la no tan remota posibilidad de que yo no le gustase a él.
Sabía que él era gay desde que lo reveló en el S.K. hace tiempo, y Lori me había intentado dar alguna que otra indirecta sobre eso, pero no sabía con exactitud si Darel sentía algo por mí... o era simple amistad. Y ahora que era consciente de esa incertidumbre, podía sentir una punzante opresión en mi pecho cada vez que pensaba en la posibilidad de que solo me viese como a uno más de sus amigos.
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De Príncipes y Princesos ©
RomanceParis Donahoe es un príncipe encerrado en su propio castillo. Hijo de uno de los empresarios más influyentes de todo Sídney, y cansado de comportarse siempre como el chico perfecto, su único escape de la realidad es su amor por la música y el pia...