CAPÍTULO 25

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~SATISFACCIÓN~


James Lebedev

Amelia está sentada encima de mi pecho mientras me hace una rutina de belleza. Acepte luego de comerme su coño en el sofá. Un trato infalible.

—¿Desde cuándo?

—Los dieciséis años. Fui entrenado desde que empecé hablar.

Abre sus ojos con sorpresa. —¿Por qué? Eras un bebé.

—El mundo tenía los ojos puestos en mí desde que nací. —Acaricio sus muslos. —Por años mi familia lideró la Bratva, generación tras generación. Cuando quisieron matar a mi hermano, supe que estaba decidido.

—¿Qué pasó con tu padre?

—Mi padre no podía solo, siempre queriendo matar a mi madre por ser una Romanov. Mi abuelo jodiendo tratos con oriente y occidente; siendo un ser sin ley ni leal, arrastró a las sombras al abismo hasta que puse en orden. —Procede a depilar mi barba con una cuchilla rosa.

—¿Cómo lo hiciste?

—Maté a sus aliados, hice una limpieza en la Bratva junto a Víktor. Todo iba bien bajo mi mando hasta que secuestraron a Amanda.

Pasa un paño tibio y húmedo por mi barba, luego me hecha una crema. —Ella debió estar muy asustada.

—Confía mucho en ti ¿sabes? —Esos ojos chocolates tan cálidos, ¿quién no confiaría en mi mujer? —El hermano de un gran amigo fallecido lo hizo, junto a varias cabezas del oscuro mundo.

Se detiene y frunce el ceño. —Te deshiciste de ellos, ¿verdad?

Sonrío. —Lo hice, me deshice de ellos, uno por uno, hice arder el bajo mundo y lo reconstruí. Víktor ayudó en gran parte, lo mantuve en las sombras porque no deseaba tener dos hermanos muertos.

Coloca sobre mi rostro una mascarilla blanca y con agua. Raro. Se siente muy viscoso. —Tu rostro quedará como poto de bebé, puchi.

Arrugo la frente. Ese jodido apodo. —Detesto a Mariel.

—La queremos. —Besa mis labios brevemente. —Cuéntame más.

—Puse a mi gente de confianza como líderes en las mafias más reconocidas. —Doblo mis brazos detrás de mi cabeza. —Nadie toca a las mujeres de mi vida y respira para contarlo.

—Impresionante —dice con una sonrisa desconocida en ella.

Amelia lo era. Amelia era impresionante.

No parecía temerme. Al contrario, disfrutaba de lo que había hecho. Su moral estaba dividida. Yo no había despertado su lado oscuro. Ella ya era así y eso despertó una posesión inigualable.

—Señor, disculpe la interrupción, pero tenemos...

Alzo la cabeza, Amelia y yo vemos a Robert, Jerome y unas sombras más husmeando desde las puertas dobles abiertas de la habitación. Escucho una risita disimulada y sonrisas ocultas. Pedazos de mierda.

—¿Qué? —Espeto con rudeza.

—Es que... —Robert se aclara la garganta. Quiere reírse el imbécil.

—¡Ah! —Amelia aplaude feliz y se levanta en la cama para saltar al piso. —Traje más mascarillas, puedo usarlos en ustedes.

—Eh... tenemos que salir dentro de una hora. —Retroceden.

DIME QUE SÍ © |TERMINADA| |+21|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora