CAPÍTULO 23

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~DECISIONES~


Junio 2014

Amelia Ferrer

Estoy entumecida. Todo es dolor. No siento mis extremidades, el olor es nauseabundo. Giro hacia mi costado, aguantando el dolor de mis costillas que se extiende a cada fibra de mi ser y vomito.

Sollozo hasta botar la última gota. Me limpian la boca y me acomodan en la camilla.

—Dios, mi niña ¿qué te han hecho?

Volteo a mi costado, la sombra de Aitor se encuentra rígido parado en la ventana con su uniforme de militar.

—Aitor anda llamar a la enfermera. —Él sale sin mirarme.

—¿Y papá? —mi voz es forzada, áspera, una quemazón en la garganta.

Mi madre me ayuda a tomar agua. Sus ojos almendrados gritan la tristeza que siente, hinchados de tanto llorar.

—Vendrá dentro de una hora. —Soba mi cabeza y me da un beso en la frente.

—¿Dónde está James? —pregunto en un tono bajo.

Silencio absoluto. Quiero volver a preguntar, pero en ese instante ingresa Ronda. Nos saluda y me da las clásicas indicaciones médicas. Los golpes físicos requieren de ciertos cuidados y sugiere quedarme con algún familiar que pueda cuidarme.

No puedo mover las piernas, noto los morados en mis brazos. Se me llenan los ojos de lágrimas.

Renzo entra a evaluarme a la par que Aitor ingresa con unos vasos de cafés.

—Ahora eres nuestra niña. —Verifica las soluciones que pasan por la vía intravenosa. —Sofía está saturada de trabajo, quédate por hoy y podrá verte.

Nadie dijo nada de mi aspecto, ya me imaginaba lo que podría encontrar. Aunque me pareció raro su actitud distante.

Cuando me quedo sola con mi familia, pregunto de nuevo por James.

—Él no va aparecer más. —Enarco las cejas viendo a mi hermano.

¿Qué acaba de decir? No me gusta su actitud.

—Hijo, no es el momento.

—¿De qué estás hablando?

—¿De qué hablo? —ríe sarcásticamente. —Por ese gilipolla estás aquí, con moretones, con heridas que tardarán en sanar.

—Él no me hizo esto. —Aprieto las sábanas blancas.

—¿Sabes si quiera con quién te metiste? —Agarra las sábanas y la retira, señala mis piernas moradas. —¡Es un mafioso, un asesino, por él estás aquí la hostia puta! ¡Mírate, joder!

Me pasa un espejo de la mesa, mi madre se hace a un lado llorando. Observo mi reflejo, mi labio inferior está partido, en mi pómulo tengo un cardenal enorme más que el de mi mandíbula, tengo un corte en la ceja. Coge mi mano y me la lleva detrás de la cabeza, tengo un parche.

Lloro, me duele verme así. Jamás me habían golpeado, jamás había tenido moretones por maltrato, pero James no me hizo esto, él no lo hizo. Él no es capaz de lastimarme.

"Átenla, veremos que dice el Ruso Negro cuando vea a su mujercita desfigurada."

"Debilidad por debilidad."

Fueron sus enemigos, no James.

—James no lo hizo. —Mis lágrimas recorren mis mejillas, veo a mi madre—. Él no lo hizo, él no me golpeó.

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