CAPÍTULO 4

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~ MAR DE SENSACIONES ~


Enero 2014

Amelia Ferrer

—Está bien, ¿dulce o salado? —Me mira fijamente y sonríe de lado.

—No tengo preferencias —bebe de su vino—, degusto de todo.

Miro fijamente a James, analizándolo. Creo que lo dijo en otro sentido, esa sonrisa... sí lo hizo en doble sentido. Soy la primera en apartar la mirada y concentrarme en mi platillo. Mi rostro se calienta.

Eres fuerte, eres fuerte, eres anti hombres, por favor.

James me invitó almorzar a un restaurante cerca de la clínica. Cabe recalcar que es una de su propiedad. Han pasado algunas semanas y el ruso ha vuelto a su rutina. Culminó con sus terapias hace unos días, pero él... sigue buscándome, seduciéndome.

Mi mejor amiga, Sofía, cree que James quiere un amorío conmigo. Estoy renuente a ello, solo somos amigos, no debe pasar nada más.

Amigos, nada más que amigos.

Le dejé las cosas claras cuando volvió a buscarme una vez acabó su terapia. Solo puedo ofrecer mi amistad, porque quiero cumplir mis objetivos sin ningún hombre a mi lado. Es lo que me prometí a mí misma desde que tenía quince años.

Sonará ridículo empero fue una decisión y con el tiempo me aferré a mi soledad. Y por eso no he disfrutado de mi sexualidad ni me he dado la oportunidad. Disfruto de mi vida, aunque siempre siento que me falta algo, algo nuevo, algo más. A veces siento un temor de dar un paso, pienso mucho en las consecuencias que me puede traer.

¿Los juramentos se pueden romper sin tener consecuencias?

Siempre me pregunto eso y no debería, sé que no debería. No hay nada de malo de vivir como uno quisiera, buscar lo que uno necesita; sin embargo, mis promesas no las puedo romper, sería como romperlas todas, fallar en algo que me comprometí.

Necesito de esa sensación: sentirme plena, feliz, con adrenalina, poder amar. El temor de siempre, amar y salir perjudicado. Pero se trata de vivir, todos cometemos errores. Días malos, días buenos. Sin emociones alucinantes que contar. Así ha transcurrido mi vida.

Solo un secreto me tiene con varias expectativas; sin embargo, ese no es mi problema, hago lo que haría ella por mí.

James a veces me confunde, tiene detalles conmigo que no creo que sea apropiado de unos amigos. O tal vez sí. Al menos mis amigos no me buscan fuera de horario de trabajo, a menos que sea para ir a un bar a divertirnos.

Un amigo no te manda flores ni joyas los fines de semana. A menos que sea tu cumpleaños.

El cumpleaños de James es en diciembre.

Un amigo no te hace llamadas por las madrugadas ni te deja mensajes en el buzón. A menos que no sea el señor Lebedev, un empresario con mucho, mucho trabajo y sobre todo muy reconocido en el área.

Un amigo no te viene a recoger casi todos los días del trabajo para ir a cenar o simplemente pasar el rato y decirme que estuvo anhelante de verme.

Un amigo no te acaricia como en este momento James lo está haciendo. Acaricia mi mano mientras pide la cuenta como si fuéramos una pareja que ha ido a un restaurante porque tenía una cita.

James, ¿Qué voy hacer contigo?

—Amelia... Amelia...—salgo de mis pensamientos, retiro mi mano suavemente mientras busco mi billetera en mi bolso—. ¿Terminaste tu turno, o tienes que volver?

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