CAPÍTULO 35

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~VOLVER~


Amelia Ferrer

Estoy en el baño intentando tranquilizarme, James se fue a su despacho para conversar con su familia.

La angustia en mi pecho no se va. Antes tenía la certeza que volvería, estábamos en el mismo lugar, juntos y a salvo. Regresaré a Barcelona y él se quedará aquí en Moscú, en el lugar dónde comenzó todo.

Me pongo a imaginar miles de escenarios, Rusia es terreno peligroso, casi como andar en un campo minado. Saber que han dejado entrar a su territorio al búlgaro me da escalofríos.

James es fuerte, lo va a destrozar, es el Diablo en persona. Lo he visto, lo he calmado; sin embargo, me siento inquieta, que algo le pueda pasar y eso no puede suceder, de ninguna manera. Así sea el Diablo, él ya no es el líder de la mafia, pueden irse contra él y tengo miedo.

Un toque en la puerta del baño me hace salir de mis pensamientos, me lavo el rostro y salgo. Aitor me da una mirada alentadora, toma mi mano y nos sentamos en la cama.

—¿Qué sucede? —pregunta, masajeando mis manos.

—Sé lo que puede pasar, he escuchado las historias de cómo intentaban atraparlo, es escurridizo, es el mejor hombre en guerra. —Nos recostamos en la cama—. En la bratva es morir o vivir.

—Lo es. El Diablo volverá a ti, está tan jodido por mi pequeña hermana que solo necesitaría una bomba que lo haga explotar.

Le golpeo el brazo y él ríe. —No digas esas cosas.

—No pasará nada, estate tranquila.

Me acerco a él, me recuesto en su pecho y me envuelve con sus brazos, besa mi frente.

—Qué bueno es tenerte aquí.

—Y a mí estar contigo, pequeño neutrón.

—Tienes que decirme la verdad de por qué te alejaste de nosotros.

—No te preocupes, lo haré en otro momento ¿vale?

Pasamos un buen rato abrazados sin decir nada hasta que James aparece por el umbral de la puerta. Mi hermano se levanta, se despide y le palmea el hombro antes de quedarnos solos. Me quedo sentada en la cama mirándolo, él cierra la puerta y la asegura, se saca el saco y se acerca a mí.

—Volverás a Barcelona mañana por la tarde, Jerome irá contigo y algunas sombras.

Asiento y agacho mi cabeza sin querer verlo, toco la cadena de mi cuello. Sus manos alzan mi cadena, lo deja y sus dedos bajan a la cumbre de mis senos. Alza la mirada, junto nuestros labios en un beso desesperado, brusco, apasionado. Jala de mi labio inferior, gimo; baja sus besos por mi mejilla, mi mandíbula, mi cuello.

Nos levantamos, pasa su mano por mis hombros, busca el cierre de mi vestido; acaricio su cuello, bajo lentamente desprendiendo los botones de su camisa, nos vamos desnudando.

Acaricia mi cuerpo, gimo en su boca cuando mete sus dedos en mí. Lame mi sexo, abre mis pliegues, lame y succiona; agarro sus cabellos apresándolo en mi centro, nos miramos mientras sigue torturándome, da un pequeño roce con sus dientes en mi clítoris y me arqueo.

—Ah... James, así.

Muevo mis caderas a la par de su lengua, mi vientre bajo se contrae, cierro mis ojos.

—Mírame —Intento mirarlo, no puedo, el placer me nubla. Baja la intensidad de sus lamidas, me frustro y lo miro—. No dejes de mirarme... Mírame lamer tu coño, te dejaré goteando de mi semen, iré tan profundo, tan duro que me sentirás durante días.

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