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CAPÍTULO 16

~SER COMPLEJOS, SER AMANTES, SER NUESTROS~

James Lebedev

Entramos a la casa como si fuéramos una pareja de recién casados. Dejo caer nuestras cosas en la entrada y pateo la puerta para que se cierre. Camino por la amplia sala y recuesto a Amelia en el sofá.

—Dame tiempo de ver la casa —dice riendo.

—No me da la gana.

—Ya... —Hago cosquillas en su vientre, su risa suena por todo el lugar.

La observo reír y sonrío.

Quererte. Creo que mi sentimiento va más allá de solo quererte Amelia. ¿Así se siente el amor? Quiero tener mi luz por toda la eternidad. Una casualidad accidentada me llevo a ti, es real, ella es real.

A veces me quedo observándola por largos momentos sin hacer nada, memorizando cada parte de ella. Amelia despierta en mí una sensación de posesividad, me da celos que alguien más busque su atención. Su bienestar es lo primero, nada la puede dañar, nada. Es parte de mi vida, es parte de mi familia.

En las buenas y las malas; con defectos, con errores. Todo de ella, la quiero, la necesito a mi lado, la anhelo junto a mí. Si así no se siente el amor entonces no sé qué es.

Un bello ángel en mi territorio.

Sus manos en mi rostro me hacen enfocarme en ella.

—Te quedaste ido. —Está sonrojada de tanto reír.

Paso mis manos por su cabello. —Estaba pensando en que podemos darnos una ducha antes de enseñarte la casa.

—Dijiste que primero verías si todo estaba en orden, si teníamos comida... —empieza a enumerar con sus dedos lo que dije en todo el camino hasta llegar a la propiedad.

Me levanto, ella se sienta en el sofá; nos miramos, actúo.

—¡James, no! —chilla.

Subo las escaleras con ella en mi hombro, su trasero me tienta, le doy un azote. Llegamos a nuestra habitación y la dejo sobre sus pies, ella agarra mis brazos.

—No lo vuelvas hacer, me da mareos. —Agita su cabeza.

—No prometo nada. —Alzo su mentón hacia arriba. Observa las flores colgando del techo. Me aclaro la garganta. —Son tus favoritas.

Me besa a profundidad y luego se aleja, dejándome aturdido. Inspecciona el cuarto, le tomo de la mano para enseñarle todo. El balcón, el vestidor y el baño. Se acerca al ventanal que da vista a la isla.

—¿Este lugar ya lo tenías antes?

La miro fijamente, presiento una pregunta detrás de esta.

—Sí, un amigo de Sicilia me hizo conocer este lugar, me gustó, lo compré —La atraigo de nuevo hacia dentro—. Era mi lugar de escape, nadie me encuentra aquí y siempre he venido solo.

Jala de mi camiseta y me besa. Pequeña celosa.

—Anda a revisar que todo esté bien y asegura la puerta si no vamos a salir. —Me sonríe de lado y me empuja a la salida de nuestra habitación.

Me encamino a la sala. Chequeo la comida, todo está fresco. Aseguro las puertas. Voy a la terraza y observo la isla, veo algunos veleros y yates ingresar y se dirigen por el lado izquierdo.