CAPÍTULO 58

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~UNA BALA AL CORAZÓN~


Dubái, Emiratos Árabes

James Lebedev

Impaciente.

Escuchaba el tictac de las manecillas del reloj muy claro, la habitación carecía de cualquier otro sonido. Las horas parecían no avanzar, mi tranquilidad estaba pendiendo de un hilo, estaba impaciente por no tenerla en estos momentos. Quería tenerla en mis brazos otra vez, y a mis hijos por primera vez.

Los guardaespaldas de Hassan estaban moviéndose en todo el hotel, mis hombres deshaciéndose de ellos. Reí por un momento por las hazañas del árabe.

¿Enserio creía que podía deshacerse de mí?

El líquido llenando mi vaso me hacía pensar en otras cosas. Nadie dijo que el Diablo jugaba limpio. Solo esperaba que mi Reina no me dé un balazo como prometió.

Despejé mis pensamientos para enfocarme en un trabajo pendiente en mis empresas y estar libre.

Los toques en la puerta fueron mi señal, me levanté y me acomodé el saco, todo estaba calculado, nada podía fallar.

—Todo está listo señor —dijo Robert una vez salí de la habitación.

Asentí y saqué mi celular para llamarlo, contestó al instante—: Hazlo.

No importaba si me dice que me odia, seguiría reclamando por ellos.

No importaba el dolor que me causaría, seguiría intentando por tenerlos.

No importaba si me decía que me había olvidado, que mi rastro en su piel había desaparecido, la perseguiría por toda la eternidad, le demostraría que el mundo conmigo había vuelto a ser firme.

El mundo conmigo es el que anheló.

Amor.

Un sentimiento tan fuerte fue mi perdición. Antes la quería lejos ahora con la luz devuelta, la necesitaba con muchas ansias.

Una luz en el infierno.

Por el amor que le tenía a la Reina, ella volvería a mi lado, ellos estarían a mi lado. Estando juntos podemos hacer todo.



*****

—¿Por qué no vamos a cenar? —su hermana dudó—. Anda, di que sí.

—Sí claro, déjame... —la mano de Aitor interrumpió su ida a la habitación.

Lo miró sorprendida de su arrebato, había tomado con fuerza su mano reteniéndola en su lugar.

—Jerome y Marco los cuidarán, conmigo estás protegida hermanita. Confía en mí. —Frunció el ceño y asintió.

Fue hacia su habitación con él pisándole los talones, sus hijos se encontraban con las sombras y Pand a su cuidado. Amelia les pidió que salieran para darles de comer y luego arreglarse sin pensar maliciosamente en lo que su hermano tenía planeado.

Veía desesperada a su hermano mientras este seguía sacando los vestidos de mi closet. Todos cayendo en el suelo hasta que se quedó con uno rojo libre de hombros y de espalda.

—Ponte esto y sácate eso —lo miró molesta y luego a su vestido.

Era verde y recatado.

—¿Qué tiene de malo mi vestido?

DIME QUE SÍ © |TERMINADA| |+21|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora