XIII. LA LLEGADA

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KIARA

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KIARA

Ese día en la mañana...

Me miro al espejo y siento que observo a una extraña. Las sonrisas con las que solía despertar y el entusiasmo que me embargaba cuando abría los ojos y veía la luz del sol, ya no están. Desde la visita del Padre y del Sol no he podido vivir tranquila, y mucho menos con Killa evitándome.

Son nuestros últimos momentos, pero ella se niega a darme audiencia. Tampoco es que ella sepa el poco tiempo que tenemos, pero en serio la necesito justo ahora.

Mis uñas, antes largas y perfectamente cuidadas, ahora están al ras de mis dedos, los cuales sangran adoloridos. No he podido dormir nada, porque he estado esperando este día con miedo e impaciencia, al mismo tiempo.

Bebo de la taza de té que me trajo Rose hace un momento, sin quitar la vista del espejo mirando fijamente a la desconocida que me devuelve la mirada.

Eres tú, linda – me sobresalto un poco, pero me tranquilizo al ver su cabello blanco y el aura de calma y celestialidad que siempre emana -. Sólo que ahora sabes demasiado y la culpa que trae el conocimiento te corre por las venas, dañando todo tu interior, haciendo que no sepas ni quién eres ni porqué has llegado hasta aquí.

Me gustaría no saber tanto, Luna – miro a la diosa a los ojos y ella me devuelve la mirada con pena.

Es necesario, mi pequeña Kiara – me abraza por detrás, haciéndome ver la gran diferencia de altura -. Es necesario para que todo vuelva a ser como antes, para salvarlos a todos y a ella.

Asiento y no digo nada más. Tomamos el té juntas, tal como lo hemos hecho todos los días de la última semana. Es la única que me ha estado acompañando, ya que he preferido no salir de mis aposentos desde la visita de los dioses de Homine.

Me ha contado bellas historias del pasado y de cómo ha sido su relación con las reinas. Le gusta mantenerse al tanto de Feminae, así que cada vez que una reina desarrolla un don como el mío, no pierde la oportunidad para entrar en contacto con ella. Lastimosamente, según sus propias palabras, no es algo muy común, y han pasado sólo tres veces en todos estos miles de años.

Me agrada la Luna, siempre la he admirado, todas sus historias tratan de guerras ganadas, de salvación, de apoyo y solidaridad y de que, a pesar de su enorme ira y tendencias asesinas, es capaz de mostrar misericordia a quienes ve realmente arrepentidos. Siempre fue mi diosa favorita en las historias que me contaba la reina Simone cuando era una niña, era mi ídola y mi ejemplo a seguir, y ahora la tengo a mi lado, tomando té y riendo, como si fuéramos viejas amigas.

Tal vez estar a casi nada de morir te da privilegios.

Killa moriría por tener este honor también. Ojalá no fuese tan testaruda, podría vivir este pequeño sueño a mi lado.

El rey Devak ya viene en camino, deberías salir de este encierro un rato, antes de su reunión – me dice y yo asiento. Tiene razón, ya es momento de asumir un poco lo que va a pasar y lo que estoy dispuesta a hacer para que toda esta mierda acabe.

FEMINAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora