IX. LA HISTORIA

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KIARA

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KIARA

Cuando me quedo a solas con aquel hombre al fin puedo suspirar aliviada. Normalmente soy muy calmada, pero cuando tengo que fingir tranquilidad siento como si fuese a explotar y estar cerca de Killa ahora no es conveniente para mis nervios. Sus acciones de los últimos días y las palabras de Demetrio hacen que quiera tenerla muy lejos de mí. Sé que ella no sería capaz de darme la espalda, o de traicionar mi confianza, pero el hecho de que todo el mundo crea que ella es mejor para esto que yo, sobrepasa el amor que le tengo.

- Reina, perdóneme que no le haga una reverencia, pero usted no es mi soberana, y su súbdita no ha sido gentil con nosotros – señala al hombre colgando de la pared. Me siento muy mal por aquello, pero sé que Killa fue piadosa. En este cuarto suelen suceder cosas más horribles que estar encadenado.

- No se preocupe por esas nimiedades, anciano – lo miro con pena y trato de esbozar una sonrisa amable -. No es normal ni agradable para mi pueblo ver hombres en nuestro territorio, mucho menos tan cerca de la ciudad imperial.

- Es comprensible, pero aun así el salvajismo es reprochable – la manera de hablar del anciano, junto a sus ropas, me hacen ver que debe de ser parte de la corte del rey Devak. Espero que esta no sea una razón para que las negociaciones de paz se vayan para atrás.

- Entiendo su descontento, ordenaré de inmediato que el joven sea desencadenado – comienzo a caminar hacia la entrada con la intención de llamar a una de mis guardias.

- No creo que sea necesario – me interrumpe el anciano y yo me detengo para girar hacia él intrigada. No lo entiendo, sus palabras son demasiado contradictorias -. Tengo que decirle algo importante, algo que ni siquiera mi acompañante debe saber.

Lo miro por unos segundos tratando de procesar en mi cabeza sus palabras. Debe de ser algo realmente clasificado para que no confíe ni siquiera en quien lo ha acompañado en este viaje.

- Vale, entiendo – digo finalmente -. Vamos a otro salón con mayor privacidad.

El anciano asiente y salimos del cuarto de torturas y nos encaminamos a uno de los tantos salones de visita que tiene el castillo. Le ordeno a una de las guardias que libere al prisionero de las cadenas, una vez que terminemos nuestra conversación, y que lo lleve a que lo atienda una bruja curandera. A pesar de que el hombre que me acompaña no parece importarle, no tengo el corazón para dejar a aquel joven de esa manera.

Camino por un largo pasillo siendo seguida por el hombre y dos de mis guardias. Es extraño que no me haya encontrado con Killa por el camino, es demasiado controladora y paranoica para irse y dejarme así con este anciano. En serio debe de haberse sentido muy indignada por mi desplante.

Para mi resulta muy extraño estar en una situación tan importante sin ella, porque es mi mano derecha y desde que nacimos hemos estado juntas en las buenas y en las malas. Ella se quedó vigilando mis sueños cuando tenía pesadillas y yo me quedé sosteniendo su mano toda la noche cuando asesinaron a Simone y Sigrid frente a sus ojos. Esa noche ella no lloró, pero se aferraba a mí tan fuertemente que sabía que su interior estaba devastado. Ese día no sólo murieron las mujeres que nos habían criado, también murió la inocencia de Killa.

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