PARTE 1: LA LUNA

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Vigilar la noche siempre me ha encantado, no significa una obligación para mí a pesar de haber sido creada para ello. Me siento más segura en la oscuridad de la noche, y no sólo por lo que pasó con el Sol, sino porque la noche es mi lugar feliz, mi hogar.

Estar en el punto más alto del cielo y poder ver a las mujeres de mi reino es un privilegio, porque me permite cuidarlas lo más que puedo, lastimosamente, a pesar de ser una diosa, tengo demasiadas limitaciones, pero dichas limitaciones no me impiden escuchar los lamentos de la reina Kiara, quien clama misericordia por las criaturas de su reino.

Me parte el corazón verla suplicar de esa manera, se ve desesperada, así que me debato entre seguir el plan y no intervenir, o ayudarla y concederle un último deseo antes de que termine de atravesar la frontera a Homine, en dónde no tengo ni siquiera la capacidad de vigilarla.

Sus gritos rompen algo en mi alma, así que decido mandar todo al carajo por un momento y seguir a mi corazón, el cual ha estado con esta joven reina desde el mismo momento en el que nació. Siempre supe que ella iba a ser especial y ahora lo está demostrando con creces. Ella y su protectora, por eso decidí darle mis dones, para que fuese capaz de protegerla.

Bajo en mi forma celestial, irradiando un brillo que ciega a los piratas y alerta a las sirenas, las cuales huyen entendiendo el mensaje. Me acerco a Kiara y el corazón termina de rompérseme en miles de pedazos al verla en un estado tan deplorable. Sabía que iba a sufrir, pero una cosa es pensar algo y otra muy diferente es tenerlo frente a tus ojos.

Acuno su rostro entre mis manos evaluando el daño que los bárbaros le han hecho. Una lágrima sale del rabillo de mi ojo, porque tengo la certeza de que esta no es ni la décima parte de lo que le espera. Este es sólo el principio de una cruel tortura, una tortura que tendrá que vivir para que todos seamos libres.

Apoyo su cabeza en mis piernas y transporto su alma al Ávalon, paraíso en donde moran las almas de las miles de mujeres buenas que han fallecido. Dejo que se llene de aquella paz, aunque sea momentáneo, le debo al menos este momento de plenitud antes de la tormenta.

- Todo acabará pronto, mi pequeña reina. Esta es la última vez que podré intervenir, pero sé que eres más fuerte de lo que ellos piensan. Resiste, todo es por Promisa – le digo, tratando de tranquilizarla. La mirada que me da me muestra que ya no confía en mis palabras. Ella va dispuesta a morir y eso me duele.

- ¡LUNA! – escucho el fuerte grito de La Madre, llamándome a lo lejos. El susto que me provoca hace que rompa la conexión con Kiara, dejándome a mí en Ávalon y regresando el alma de la reina a su cuerpo.

- Madre – respondo, tratando de ocultar el nerviosismo que me ha dejado que exclamara mi nombre de tal manera.

- No puedes traer almas que no han dado su último suspiro y lo sabes – toma un pequeño mechón de mi cabello entre sus dedos, mientras que su otra mano acaricia mi rostro con delicadeza.

- Lo sé – suspiro derrotada -. Pero Kiara merecía esos segundos de paz. Se vienen cosas difíciles.

La Madre frunce el ceño, pero no me dice nada. Ella no estaba de acuerdo en enviar a su representante en la tierra como carnada a Homine, pero luego de tanto no le quedó más opción que mantenerse al margen. Porque siempre hemos defendido el libre albedrío de los humanos y Kiara decidió ir a Homine.

- Espero que todos ustedes sepan lo que están haciendo, porque sino, me veré obligada a enviar nuevas herederas y acelerar todo.

Asiento, tratando de trasmitir la confianza en el plan, la cual ni siquiera yo siento.

Me voy del Ávalon y vuelvo a mi lugar en el cielo nocturno. Mi vista se pasea por Feminae, hasta llegar a La Ciudad Imperial, en donde mi pequeña y muy intrépida guerrera está planeando el rescate de su reina.

Es difícil para mí creer que aquella fiera haya podido aceptar a un hombre en sus tropas luego de todo lo sucedido, pero el dolor de perder a las dos mujeres que más quería la ha hecho tomar decisiones que jamás habría tomado en sus tiempos más fuertes.

Eso me hace sentir aliviada, porque eso significa que todo va dirigido al cambio.

Cuando termina la reunión la veo salir a la playa, seguida del hombre. Él parece dudar, pero al final le dice algo que no logro escuchar, ya que, de repente, parece haber una interferencia entre yo y la tierra.

Sólo logro verlos, y mi corazón da un vuelco cuando veo la mirada que se dedican, tan llena de sentimientos confusos y contradictorios.

En definitiva, todo está saliendo según el plan.

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