XV. EL DESTINO

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KIARA

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KIARA

Trato de hacerle ver al rey Devak lo bueno de la paz, e incluso le ofrezco como ofrenda las tierras que han sido usadas como campo de guerra a lo largo de los siglos, ya que su territorio es menor que el nuestro, debido a la Gran Guerra, la primera de todas las guerras que se han dado en este reino, en la cual las mujeres salimos vencedoras, tomando una gran parte del territorio y adueñándonos del mar y de las playas de toda Promisa.

- También podría hacer un pacto con las sirenas, permitiéndoles ingresar al mar sin ser víctimas de sus cantos – termino la propuesta. Nosotras somos las que más poder territorial y mágico tenemos, así que somos las que debemos ceder un poco en el aspecto.

El rey Devak sólo me mira con atención, mientras acaricia su barba con una de sus manos, mientras que con la otra se ocupa de tamborilear con los dedos sobre la mesa de madera.

- No es suficiente – dice finalmente, luego de minutos de eterno silencio. Las pocas esperanzas que tenía en este diálogo se derrumban, haciendo que acepte la realidad.

- ¡Estamos cediendo el dominio del Mar del Norte y la Zona de Guerra! – exclama Nisha, con mucha molestia marcada en su tono de voz.

- Eso fue lo que nos robaron en la Gran Guerra, si están haciendo la paz, o tratando de hacerla, es lo mínimo que podrían sugerir – dice el rey Devak con calma -. Para ser sincero esperaba verdaderas intenciones de paz, pero llego aquí y me encuentro a una niña con ínfulas de reina tratando de jugar a la guerra.

Me enderezo en mi asiento. Puedo ser joven, sólo tengo diecisiete, pero eso no significa que sea una niña y me ande con juegos.

- Le quiero recordar que usted es tan sólo tres años mayor que yo. En mis tierras acostumbramos a vernos mucho más jóvenes de lo que somos, no se confunda, Majestad – le digo, firme pero calmada. No quiero que denote mi molestia, no le concedo el poder de alterarme.

Una sonrisa cínica se extiende en sus labios, mientras rasca su espesa barba, sin quitar sus intensos ojos marrones de mí. Es tan parecido a Demetrio, pero esa mirada llena de malicia y su cuerpo totalmente marcado con líneas negras lo hacen ver peligroso, mientras que su protector se ve amigable.

- Podré tener tres años más de vida, pero tengo cincuenta años más en experiencias, princesita – deja de rascar su barba y apoya las manos en la mesa, sin despegar su mirada de la mía. Café contra café, una guerra de miradas en la que parece que saldré perdedora -. Desde muy pequeño he tenido que sobrevivir, me he enfrentado a bestias, a guerreras y al frío atroz de la Zona hostil de mi reino, completamente solo, para poder coger valor y ser digno de mi puesto. Cada marca negra en mi piel – se levanta y me enseña sus brazos, sus piernas, su cuello, su abdomen y todo lo que logro ver cubierto de negro – es una mujer asesinada en mis manos.

Siento un escalofrío recorrerme la espalda ante tal declaración. Abro mis ojos de par en par y miro a las diez mujeres sentadas en la mesa, quienes ahora se ven más aterradas que antes. El rey camina hacia mí y nadie interviene. Selene se tensa a mi lado tomando la empuñadura de su espada, pero no se atreve a acercarse. Sabe muy bien que, en este momento, la única que podría enfrentarse al rey y sobrevivir es Killa, quien está al otro lado del palacio, siendo custodiada por Demetrio, quien no permitiría que se acerque ni un paso a este salón.

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