XIV. LA MUERTE

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KILLA

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KILLA

Veo la entrada del rey Devak al castillo desde una torre del lado contrario. Tengo ganas de mandar a la mierda todo y salir corriendo hasta dónde está mi reina y recordarle que todo esto es una mala idea, mientras asesino y saco a patadas a todos los salvajes de Homine que han osado entrar a la ciudad imperial, comenzando con el idiota prepotente que está al otro lado de la sala, vigilándome.

- Quiero asesinarte lentamente y hacer que los cuervos se coman tus intestinos – le digo, mirándolo fijamente a los ojos. Él no quita la sonrisa socarrona de sus labios, haciéndome exasperar mucho más.

- Ya admite que me extrañaste – comienza a caminar hacia mí, obligándome a levantar la mirada cuando lo tengo cerca. Odio tener que mirarlo hacia arriba -. Estoy seguro de que soñaste conmigo y contaste los días con la esperanza de volver a ver mis lindos ojos – sus ojos color café son intensos y parpadea rápidamente para reafirmar su papel de imbécil.

- Eres tan idiota que no quiero contestarte nada, tu pequeño cerebro de salvaje no lo entendería – vuelvo a disponerme a mirar a la ventana pero Demetrio me voltea y toma mi mentón, forzándome a verlo de nuevo.

- Te aseguro que mi cerebro entiende muchas cosas, así que tú dime y explícame todo lo que quieras -. Mis mejillas se calientan por la cercanía y él sonríe, burlándose de mí.

Me alejo golpeándolo mientras se ríe de mí. Decido ignorarlo, porque ya tengo suficientes dolores de cabeza y preocupaciones en las cuales pensar. Vuelvo a mirar por la ventana como si mis ojos pudieran penetrar las paredes y ver lo que sucede en la sala de la Corte de las Rosas.

Agradezco que mi mejor soldado, Selene, esté allá en mi lugar, pero no me tranquiliza del todo estar tan lejos. Necesito ver que todo esté pasando según lo planeado. Tengo más de cuatro planes de contingencia que he estado repasando con las élite, quienes, a su vez, lo repasaron con las demás soldados. Necesito que todo salga a la perfección, porque, si algo sale mal, no sólo corremos peligro las personas que nos encontramos en el castillo, también todo el reino caería.

- Recuérdame porqué ni tú ni yo estamos allá con nuestros respectivos reyes -. Me vuelvo a girar a verlo y está más cerca de lo que pensé que estaría, obligándome a pegarme a la pared, para poder mantener la debida distancia.

- Porque somos las personas más poderosas de cada uno de nuestros reinos, así que representamos un peligro para el gobernante del bando contrario – se encoge de hombros -. Además que Devak te tiene miedo.

Eso me saca una pequeña risa que trato de ocultar, pero es demasiado tarde, porque el salvaje me mira como si hubiese ganado alguna competencia.

- ¡Ja! Te hice reír ¿Ya ves que no te desagrado tanto como crees? – ruedo los ojos y me vuelvo a poner a la defensiva.

- Pero, nuestro deber es estar a su lado ¿En serio el miedo supera el compromiso que tenemos con ellos y ellos con nosotros? – la incredulidad se refleja en mi voz.

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