XLIV. LAS CIUDADES DE LAS ROSAS

11 1 5
                                    

KILLA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

KILLA

Empacamos en cuestión de unas pocas horas. Todo esto en un silencio escalofriante. Las hadas y las fae nos miran con cautela, y las marineras y soldados simplemente recogen todo con premura. La tensión se puede cortar con una daga, y quisiera hacer algo al respecto, pero quiero salir corriendo de este bosque lo más rápido posible.

Todas estamos conscientes de que, si La Madre no hubiese bajado a salvarme, las hadas me habrían asesinado, y luego a todas mis mujeres. No les debemos nada, porque ellas están siendo lo que siempre hemos creído que son: unas traicioneras que sólo velan por su beneficio. Sólo se mantienen en Feminae porque es lo que les conviene y es lo que mejor les parece, pero no lucharían verdaderamente por el reino y por nadie más fuera de este bosque.

Quisiera decir que no siento nada al respecto, pero la punzada de decepción en mi pecho que ha ido creciendo desde el secuestro de Kiara retumba en mi pecho. Pensé que mi reino estaba más unido, pero sólo veo criaturas aisladas que defienden a la que consideran su familia y nada más.

-        Lo mismo ha pasado en Homine. Es por ello que nuestros ancestros decidieron capturar y esclavizar a las criaturas no humanas de nuestro reino – dice Demetrio de la nada. Todavía me sorprende esta especie de lazo que compartimos, lo cual hace que a veces sienta lo que yo siento y que sepa lo que pienso.

-        No me gustaría esclavizar a mi pueblo, Demetrio – suspiro. Me paso las manos por el cabello, desenredando los nudos que me han dejado las trenzas que he tenido desde hace una semana. Mi cabello debe lucir y oler asqueroso, pero es lo que siempre pasa cuando se va al campo de batalla -. Ellas tienen que conservar su independencia. Además, no sirven de nada unos soldados sin convicción. Defendemos Feminae por amor a nuestro pueblo y a nuestra tradición. No obligaría a nadie a luchar por mí o por mis mujeres, aunque eso fuera la diferencia entre la vida y la muerte.

Demetrio me mira como si me estuviera viendo por primera vez. Creo que, a pesar de este viaje juntos, todavía conservaba los prejuicios sobre mí que sus compañeros salvajes han compartido. Historias en los campos de batalla de la despiadada bruja blanca y hombres siendo torturados y mutilados cuando son capturados.

Todo eso es cierto.

Pero, ellos son el enemigo. Jamás pensaría en maltratar a nadie que pertenezca a Feminae. Miro al hombre a mi lado y pienso en que tampoco podría hacerle daño a él. Nunca había pensado en los hombres más allá de bestias o animales que rayaban la irracionalidad. Pero él no es lo que yo imaginaba y lo voy a extrañar más de lo que quisiera admitir una vez rescate a mi reina y podamos dejar todo esto atrás.

-        Era esclavizar o ser esclavizados – confiesa y yo niego con la cabeza.

-        Siempre hay más opciones. Y te lo digo yo, que no me considero la más flexible con mis pensamientos. He sido injusta con tu pueblo, pero con el mío siempre he procurado pensar más allá de mi sed de sangre y de mi ira. No quiero convertirme en el monstruo que Homine cree que soy.

FEMINAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora