XXXII. EL LAZO

7 3 2
                                    

KILLA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

KILLA

La noche es una mierda, así que no logro dormir ni un solo segundo. A pesar de que los preparativos terminan temprano y que los barcos están listos para zarpar en la madrugada, no puedo evitar pensar que no tengo tiempo para perder durmiendo. Ya he estado inconsciente por demasiado tiempo, quién sabe qué clase de maltratos ha sufrido Kiara y yo tan cómoda recuperándome lo más lento posible.

Juego con pequeños copos de nieve en mis dedos, mientras miro cómo el sol se va asomando por el horizonte. Ahora mi poder resulta algo reconfortante, mi único consuelo en todo esto. Cada vez que lo uso el frío que recorre mi cuerpo me llena de paz. Nunca me había gustado la nieve, el hecho de ir a la zona de guerra representaba un martirio, no sólo por las batallas, sino por el frío asqueroso que llena el norte de Promissa.

Pero, ahora siento que ese frío no sólo es parte de mi poder, es parte de mí. Ya no soy el fuego y la impulsividad de mi odio y mi ira, ya no más, soy el frío de mi indiferencia, de mi poder y de mi mente. Ya no soy de impulsividades, soy de planear con la razón y no de actuar con mi corazón y esa es la clave en todo lo que va a suceder de ahora en adelante.

Me quito el collar de perla que me obsequió Kiara el mismo día que fue secuestrada, y lo miro con cuidado, mientras juego a congelarlo y descongelarlo. Es lo único que traje personal, lo demás es sólo parte de equipo y trajes de batalla. rose se esforzó para convencerme de traer algunos libros o mis viejos juegos de mesa que tanto me divertía jugando con mis soldados en medio de los viajes, pero, no deseo que nada me distraiga del objetivo principal: rescatar a Kiara y matar a todos esos hijos de su puto padre dios.

El collar no es sólo un regalo de mi reina, es un recordatorio del día en el que no fui lo suficientemente fuerte para protegerla a ella y a mi reino. Y, no sólo eso, también me recordará el día en el que inició la caída de Homine, porque decidieron cabrear a la mujer equivocada.

Me voy a encargar de torturar a cada uno de esos malditos bastardos y hacerlos suplicar por su muerte. Tal vez les arranque con las uñas ese miembro asqueroso que les cuelga en medio de las piernas y que siempre parece que lucen con orgullo.

Imbéciles.

Me recargo del tronco de un árbol y cierro los ojos con fuerza, implorando a La Luna que me de la fuerza suficiente para poder con todo lo que se avecina, empezando por este viaje, porque voy a volver al mar en el que me volví en una aberración peor que un salvaje.

Espero no enloquecer en el camino.

*****

- ¡Están muy lentas! – grito a todo pulmón y veo cómo algunas se quejan, mientras que otras tratan de acelerar el paso.

No entiendo una mierda, se supone todo estaba listo anoche ¿Por qué ahora se demoran tanto subiendo al puto barco? Veo cómo un grupo de soldados, que no son marineras, se tropiezan subiendo y casi me dan ganas de hacer que caminen bien a patadas.

FEMINAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora