XXVI. LA ESPERANZA

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KILLA

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KILLA

He entrado y salido de la inconsciencia demasiadas veces. La imagen de la cabeza de la Darah cayendo al agua se repite en mi mente como una pesadilla. El dolor en mi cuerpo se siente como si me hubiesen roto todos los huesos al mismo tiempo, aunque, hasta donde sé, esa podría ser la realidad.

Abro los ojos con pesadez, la luz que entra es escasa, filtrada por el verde de la carpa que está cubriendo el área en la que estoy acostada. Trato de enfocar, pero mi vista es demasiado borrosa y pesada. Intento incorporarme, pero de un momento a otro hay un par de manos que me impiden hacerlo.

Giro con brusquedad hacia la persona, sintiendo el dolor punzante en mi costado derecho, en donde seguramente tengo un par de costillas rotas. Hago una mueca de dolor y me vuelvo a recostar en la cama, o camilla, ya que si muevo de más una extremidad esta se sale por los costados.

Cierro los ojos con fuerza, tratando de despabilar el dolor que también me surge en la cabeza. Una vez se estabiliza un poco mi cuerpo, soy capaz de abrir los ojos y ver todo con claridad, también puedo sentir mis labios y mi boca resecos.

- Agua – logro decir. Mi voz suena pastosa, ronca, incluso desganada. Me duele la garganta.

Alguien dice algo que no alcanzo a escuchar, porque en realidad no me interesa. Luego, las mismas manos que me detuvieron de levantarme hace un momento, llevan un vaso de agua a mis labios, del cual me prendo desesperadamente.

Logro ahogarme un par de veces, pero toso y sigo bebiendo hasta la última gota, recostándome de nuevo una vez termino. Miro a la persona a mi lado. Los ojos marrones de Rose me devuelven la mirada con preocupación, a lo cual ruedo los ojos.

Ni que me hubiese muerto.

- Estoy bien, mujer – intento levantarme -. Mejor deja de mirarme así y ayúdame.

Ella me obedece, apoyándome mientras yo me incorporo y quedo sentada en la improvisada cama. Veo el suelo, es arena y la carpa alrededor está rasgada en varios lugares. Lo poco que sobrevivió al naufragio está en barriles alrededor, protegidos, al igual que yo, por la carpa. No es demasiado, en realidad, pero es suficiente para sobrevivir mientras llega otra flota.

- ¿Ya mandaron a traer otro barco? – pregunto y ella asiente.

- Hace una semana se fue una sirena, deberían llegar en los próximos días – la respuesta hace que me de un vuelco el corazón.

- ¿Una sirena? – murmuro, con el corazón en la mano. ¡Están con vida!

- Sí, señora, una sirena – ella me reafirma -. Luego de que... - ella ve mi mirada lúgubre, así que piensa por un momento lo que va a decir -. Luego de lo sucedido, las sirenas volvieron a su estado natural. Dejamos que tuvieran dos semanas de luto, por su diosa, y luego Summer se fue a La Ciudad Imperial, para traer barcos y refuerzos. También hemos enviado mujeres a las Aldeas Lunares por provisiones. Nos dio miedo moverla a usted hasta allá por la gravedad de sus heridas, así que lo trajimos todo hasta acá

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