VII. LA DIOSA

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KIARA

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KIARA

Cuando recupero la consciencia ya no estamos en la isla de las brujas. Estoy en mi cama y el sol entra por mi ventana. Me giro un poco para que no me golpee directamente a los ojos y veo que a mi lado hay una nota.

"Querida reina, tuve que dejar un momento el palacio para encargarme de algunos asuntos. El salvaje está recluido en la habitación y está siendo vigilado por mis mejores soldados.

Volveré cuando el sol se ponga.

Con cariño, Killa."

Como siempre mi protectora tan escueta. Suspiro y decido levantarme de la cama. Me duele demasiado la cabeza y los recuerdos del sueño que tuve no hacen mucho por mejorar mi situación.

¿Por qué de todos los mortales a mí me concedieron el don de comunicarme con La Madre? Ni siquiera la anciana bruja había sido capaz de hablar con ella en años y a mí en una noche ya me anda hablando y haciendo profecías. No es justo, menos ahora que tengo tantas cargas encima. Saber que mi Diosa y creadora no está de acuerdo con lo que estoy haciendo me hace sentir más nerviosa con todo esto.

Temo por la vida de Killa y por el bienestar de mi reino. Nosotras somos los dos grandes pilares del reino, si una de nosotras falta el reino caería en desgracia y desesperación. No puedo dejar a mi protectora expuesta por mis sueños y aspiraciones. Pero, si no prosigo, de cierta manera también la estoy poniendo en riesgo, porque esto es lo que pasa cuando vives en un reino sumido en una guerra constante: la vida se vuelve aún más incierta.

Madre, si me vas a dar tantos malos presagios, al menos dime cómo salir de ellos.

De repente tocan la puerta y doy la orden de que sigan de manera distraída. Me siento como en otro plano, no puedo dejar de pensar en todo lo que podría pasar si tomamos las decisiones equivocadas. Esto me hace desear hacer venir de inmediato a Killa, no puedo permitir que esté lejos de mí, no quiero que se enamore de alguien prohibido. Aunque ¿Quién en la tierra de Feminae estaría prohibido para la protectora?

- Su Alteza, es hora de su baño – una de las sirvientes, Lila, me lleva a la bañera - ¿Quiere su baño de rosas como siempre?

- No, Lila, hoy necesito lavanda. Quiero que mi baño de hoy limpie mis energías.

- Entendido, Alteza.

Mientras que yo me meto a la bañera llena de agua caliente, ella deja caer muchas flores de lavanda y esencias de estas. La lavanda purifica y limpia de las malas energías y de los malos espíritus, así que esto me ayudará a aclarar mis pensamientos e idear un plan.

- Déjame sola, querida – le digo una vez termina su labor.

- Con su permiso – hace una reverencia y sale.

Cierro mis ojos y trato de relajarme. El agua tibia y el aroma hacen bien su trabajo y, cuando temo quedarme dormida sé que es momento de salir. Abro los ojos y lo que veo frente a mí me deja impactada: hay una mujer, con el cabello tan blanco como el de Killa y los ojos como cristales, que me mira al otro lado de la gran bañera. Su piel es negra y brillante, tanto, que me asombra el hermoso contraste que esta hace con su cabello.

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