XXXIV. EL BOSQUE DE LAS HADAS

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KILLA

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KILLA

Desde la noche en la que lloré en los brazos del salvaje no me he vuelto a aventurar a salir del camarote después del atardecer. Al día siguiente, él estaba encadenado de nuevo a aquel pilar y no miraba a nadie demasiado tiempo, como ya era costumbre.

Llegué a pensar que me había imaginado todo, pero, dos días después, su mirada, intensa y fija en mí me confirmaron que todo había sido real. Me hubiese asustado menos que hubiese sido un desvarío de mi mente.

Si me lo hubiese inventado tal vez quedaría mi conciencia tranquila de que no me atreví a confiar en un salvaje. Pero, nadie más nos vio, no tengo que convencer a nadie de que lo que pasó fue sólo un lapsus de debilidad. Sólo estoy tratando de engañarme a mí misma y eso es más duro, porque sólo yo conozco la verdad. Y, la realidad es que este hombre y yo tenemos un lazo especial que no he compartido nunca con nadie, ni siquiera con Kiara.

- ¡Bosque a la vista! – grita la vigía desde la cofa. Salgo de mi ensimismamiento y miro frente a mí el hermoso bosque que se eleva a lo lejos.

- ¡A toda velocidad! Debemos llegar en una hora – grito las ordenes. Las que no estaban haciendo nada se levantan y comienzan todas a ayudar en un vaivén casi coreografiado.

Yo las miro y sonrío un poco, sólo un poquito, porque todas son voluntarias, cada una de ellas se ofreció al inicio de este viaje sabiendo que probablemente ninguna iba a volver. Muchas de ellas ya están en paz en el Ávalon, junto a la Madre y a la Luna.

Luego, posos mis ojos en el hombre que sigue firmemente encadenado. Las ojeras y las demarcaciones agudas en los ángulos de su cara me hacen recordar mi propio reflejo en el espejo del camarote. Si yo no tengo apetito, él tampoco, y si yo padezco de insomnio y terrores nocturnos cada noche, él también.

¿Tendremos las mismas pesadillas? ¿Nuestras mentes serán atormentadas por los mismos monstruos sombríos?

No sé si hasta ese punto llega nuestro lazo. Menos cuando a uno de los monstruos que me persiguen en mis sueños él lo llama rey y lo ha adorado y protegido durante tantos años.

Tal vez, hasta ahora, lo único verdaderamente que tenemos en común es que nos hemos quedado sin camino que recorrer y que ahora estamos improvisando sobre la marcha sin reyes por los cuales dar la vida.

Me resulta extraña esta sensación de libertad que me recorre de repente saber que no le debo mi vida a alguien más.

Soy una mala persona ¿Cómo puedo encontrar algo bueno en la tragedia de Kiara?

Dejo de mirar en dirección a Demetrio cuando me devuelve la mirada y veo algo muy parecido a mi culpa en sus ojos. Debo dejar de pensar tanto si no quiero que él sienta todo lo que yo.

- ¡No veo que nos acerquemos! – vuelvo a gritar. Corro a ayudar también en lo que puedo y dejo de lado aquellos ojos cafés que me persiguen día y noche.

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