XXXI. EL ALIADO

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KIARA

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KIARA

Después de un largo baño, de vagar por la habitación tratando de encontrar algún lugar donde esconderme o por donde huir en caso de que algo malo pase hoy, y de que me trajeran un almuerzo con un animal extraño en el plato, salgo de la habitación, decidida a encontrar lo que sea que haya venido a buscar.

Este castillo es bonito, demasiado bonito diría yo. Todo está organizado y colocado de una manera muy bien pensada. Los enormes cuadros con marcos de oro a lo largo de todo el pasillo, en el gran salón, al bajar las escaleras, una enorme estatua de lobo, echa en marfil tallado. Toda la decoración ha sido pensada para imponer temor. Y sí, justo ahora estoy más que asustada.

Veo a los sirvientes pasar de un lado a otro, todos me ignoran, me dirigen una pequeña mirada y simplemente siguen su camino como si solamente fuese una mancha insignificante en el suelo. Mejor, así no tendré que responderle a nadie cuáles son mis planes.

Miro de un lado a otro, esperando a que Tristán se aparezca en cualquier momento y me devuelva a mi jaula de oro. No lo veo por ningún lado, así que suspiro de alivio y sigo caminando. Otra cosa que me hace sentir aliviada es que todo el suelo está cubierto por una gruesa alfombra de lana roja, porque, a pesar de tener unos calcetines que me cubren hasta arriba de las rodillas, el frío que hace en este lugar es insoportable, y más para mí, que nunca había salido de La Ciudad Imperial, en la cual ni cuando llueve hace tanto frío.

Veo los copos de nieve caer fuera de las ventanas y casi quiero devolverme a la habitación a refugiarme debajo de las gruesas cobijas de lana, pero sigo. Si quiero que esto acabe pronto, necesito encontrar eso rápido. No sé qué pasará una vez lo halle, lo que es seguro es que todo el rumbo de la historia va a cambiar y yo saldré de este lugar, viva o muerta, pero seré libre.

Camino hacia el lugar al que Silas me dijo específicamente que no me iban a dejar ir. El chico me dijo que en ala oeste yo podría andar sin preocuparme de ser reñida, pero ¿Qué esconden en el ala este? Tal vez allá están los aposentos del rey y de sus cercanos, y sólo no desean que una mujer ronde cerca de ellos, pero, tal vez escondan algo que no quieran que yo encuentre. Tal vez sea el escondite de mi misión.

Así que, como quien no quiere la cosa, y mientras miro los cuadros, los apliques y las esculturas, voy caminando hacia el ala este. Trato de mirar con disimulo a mi alrededor, pero no veo a la pareja del rey espiando, así que sigo caminando como si nada, hasta que llego al enorme pasillo que conecta el ala oeste con el ala este y me quedo paralizada al ver quienes se acercan al otro lado del pasillo: el rey Devak y Tristán, quien se detiene a mirarme con suspicacia, mientras que el rey sólo se limita a lanzarme una mirada de repulsión.

- ¿Nadie le advirtió a esta bruja que no la quiero ni cerca de mi ala? Qué asco encontrarla merodeando en una tarde tan espléndida – se queja el rey, y, de inmediato, llegan dos sirvientes que se posan a mi lado, tomándome de los brazos.

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