XXXVII. LA PROFECÍA

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KIARA

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KIARA

La cosa de estar en un reino del que sólo sabes que está lleno de enemigos es que no sabes por dónde comenzar a buscar lo que viniste a buscar. He estado toda una semana leyendo acerca de la historia de Homine, de cómo lograron desprenderse de las supersticiones, de lo sobrenaturales y de las deidades para ser un lugar más evolucionado, a pesar de seguir conservando las raíces de su ciclo de reencarnación y su gobierno.

Pura mierda alabándose así mismos sólo porque nadie más los exaltaría por todo lo que han hecho. También hay muchos libros hablando de la supuesta anatomía de las mujeres y nuestro "órgano violento" que se mueve de un lado al otro y que nos hace unas "histéricas" y unas "locas sedientas de sangre" una vez llega al cerebro y que esa es la razón por la que parecemos monstruos en los campos de batalla.

Algunas cosas de lo que dicen me da risa, ya que nos llaman brujas, serpientes, víboras e incluso hay un libro de leyendas que muestra a una mujer con el cabello hecho de víboras cuyo único objetivo es convertir en piedra a todo hombre que se le atraviese. Como si nosotras estuviéramos tan preocupadas por hacerles daño más allá de esta absurda guerra que todos en Promissa hemos estado obligados a luchar desde el momento en el que nacemos.

Por otro lado, hay prototipos de objetos voladores que han tratado de sacarlos de la isla que conforma nuestro territorio, ya que los mares están dominados por "monstruos chillones" que los han desangrado hasta el cansancio. Ruedo los ojos.

Si ellos no intentaran poner los pies en nuestro territorio y asesinarnos, nosotras no tendríamos que responder con tanta violencia. Yo era quien había convocado al rey para que hiciéramos las pases, y él decidió matar a muchas de mis soldados y secuestrarme trayéndome a su reino de salvajes.

Leer y leer falacias me deja en las noches con un dolor de cabeza y de ojos tan terrible que, apenas mi cabeza toca la almohada, caigo profundamente dormida. Ni siquiera alcanzo a escuchar cómo Silas cierra con llave mi puerta antes de salir corriendo a su propia habitación para esconderse de la sombra.

Como si fuera necesario. Desde que me contó lo que les pasaba a los que se enfrentaban a ella, mis ganas de salir de esta habitación después de las ocho de la noche han quedado suprimidas y enterradas. No quiero que el castillo amanezca y que el rey Devak sonría gracias a que encontró mi pellejo ensangrentado en el corredor.

Además, si muero aquí, nadie más sabrá la intención de los dioses, ni la misión que me ha sido encomendada y el destino de Feminae quedaría a la deriva y su inminente destrucción llegaría a las puertas de mi reino.

Hoy Silas no pudo llevarme a la biblioteca, pero, antes de irse a su puesto en la enorme enfermería llena de los sobrevivientes de la prueba en la Zona Hostil, como él la llamó, me dejó muchos libros que contienen más y más leyendas de ellos sobreviviendo sin deidades y enfrentando brujas tiranas y locas histéricas.

Le quise preguntar acerca de esa prueba, pero lo único que hizo fue ignorarme y salir corriendo, murmurando para sí mismo que debía salvarle la pierna a un tal Kaius. Ojalá se quede sin pierna por imbécil. Eso sería una ganancia para Feminae, porque no tendríamos a otro soldado salvaje tratando de asesinarnos.

Continúo con mi búsqueda, sin ningún éxito y decido que es momento de tomar un descanso o me quedaré ciega si no cierro un poco los ojos. Pero, una página se suelta y cae al lado de la mesa.

-        Ahora van a decir que daño los libros – ruedo los ojos, agachándome a recoger el papel y me quedo helada con el dibujo que hay en él -. Diosas.

El impacto casi no me deja procesar que es un dibujo de Killa que parece tan viejo como los libros que he estado leyendo. El papel está amarillo y desgastado y el dibujo se nota que ha llevado años allí, pero entonces ¿Cómo alguien más viejo que nosotras ha logrado dibujar a mi protectora con tanta exactitud?

Miro el libro del que cayó y es uno de mitos y leyendas del fin del mundo. Un escalofrío me recorre toda la columna y miro el reverso de la página, encontrando una pequeña leyenda:

"La bruja blanca, la inquebrantable, la despiadada, la cazadora de hombres y la ruina de Homine. Un día la Luna heredará todo su poder a una criatura de la tierra y esta arrasará con todo aquel hombre que ose enfrentarla. Sólo un hombre tendrá en sus manos el destino de salvarnos de la furia helada, pero al hacerlo lo perderá todo. Lo único que nos queda es suplicar para que ese héroe tenga el valor de acabar con lo que más le importa"

-        Tolomeus

Leo una y otra vez, casi con la boca seca. Killa la destructora de Homine. No puede ser posible, y no creo que estos hombres se hayan tomado en serio la profecía, porque el dibujo está entre las páginas de la mitología, y ellos no creen en nada que esté fuera de su amada ciencia. Pero ¿Cómo podría alguien ignorar esto luego de conocer a Killa? Tal vez olvidaron esto, por eso estaba descuidado este pedazo de papel en algún rincón de la biblioteca que tiene libre acceso.

Guardo el dibujo debajo de mi almohada y ojeo el libro. Es un compendio de profecías basadas en el Sol y el Padre, incluso hay mención de nuestras Diosas, y de cómo las disputas entre ellos van a hacer que finalmente Promissa desaparezca en medio de llamas y hielo.

Toda esta lectura me deja más confundida que al principio, porque, si los dioses van a destruir el mundo ¿Por qué me enviaron aquí a detener la guerra que los mantiene en conflicto? ¿Acaso quieren impedir que la vida llegue a su final? ¿Los afectaría algo siquiera que nosotros dejáramos de existir? Se acabaría el constante recordatorio de lo que los mantiene en disputa, pero también se moriría toda su creación.

¿Es acaso este un acto egoísta de los dioses y no algo a nuestro favor? ¿Y qué tiene que ver Killa en todos esto?

Vuelvo a ver el dibujo, recostada en mi cama y tocando con suavidad el rostro de mi protectora dibujado tan detalladamente. Pero, en sus ojos, no hay la chispa que siempre ha tenido. Son ojos muertos, como si ella ya no fuera ella y estuviera actuando cegada por algo más, o por alguien más. Lleva una corona negra en la cabeza y me asusta lo que haya tenido que pasar para conseguirla. No deseo sugestionarme, pero este dibujo hecho hace siglos no ayuda con mi paranoia.

El temor me llega con una idea que ahora no parece tan descabellada.

¿Y si los dioses me mandaron en una misión inútil sólo para separarnos a Killa y a mí para que se cumpliera esta profecía?

¿Y quién demonios es el héroe que se interpondrá en su camino?

La sola mención del nombre en mi cabeza me hace sentir mareada y decido dejar de leer, porque me estoy haciendo daño con todas las vueltas que está dando mi cabeza ahora. Sólo sigo con una idea en la cabeza y es la que más sentido tiene ahora, porque no puedo permitir que Killa y Feminae caigan en desgracia.

-        Tengo que salir de aquí.

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