XXXVI. LAS AMAPOLAS

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KILLA

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KILLA

El silencio que se hace a nuestro alrededor casi logra intimidarme. Casi.

- Es mi rehén – le digo con firmeza y levanto la barbilla, sin dejar ni un solo espacio para que alguien me rete. Miro de soslayo y la intensidad de la mirada de Aymeri me hace dudar. Y ese segundo de duda es un arma que le acabo de regalar a la líder de las hadas.

- No parece un rehén – señala a Demetrio y yo me veo forzada a no mirarlo. Sé que no luce como tal, yo me encargué de eso, pero, mierda, a mí no me cuestiona nadie.

- Yo veré cómo trato a mis prisioneros – no le quito la mirada en ningún momento, lo cual hace que relaje la postura y que comience a serenarse el ambiente.

- El bosque de las hadas es un lugar libre de salvajes. Ningún hombre lo ha pisado en milenios, entenderás mi renuencia a que ese – lo mira con desdén de arriba hacia abajo y casi siento la humillación de Demetrio. Termina de juzgar hasta la última parte del protector y continúa hablando – esté aquí tan libre en medio de mis hadas y fae.

Veo las pequeñas hadas aladas volando a nuestro alrededor, tratando de registrar a todas las nuevas personas en su hogar. Muchas de ellas nacen y mueren aquí, sin visitar ningún otro lugar de Feminae, así que todo esto es muy extraño. Las más ancianas, a las cuales se les nota la edad en los ojos porque son eternamente jóvenes, me cuestionan tan duramente con la mirada, que podrían hacer que llore en cualquier momento. Tienen siglos, y yo con diecisiete años me siento como una nena pequeña que no sabe nada de la vida. Tal vez sea verdad, no sé nada.

- Ha estado cooperando con nuestro equipo de búsqueda, así que le hemos permitido mantenerse con dignidad a pesar de su aprehensión – resuelvo, tratando de ser lo más diplomática que puedo. Algo debí de haber aprendido de ser la escolta de Kiara en las sesiones de la corte de las rosas.

- ¿Búsqueda? No me digas que dejaste Feminae a la deriva para ir por una reina que fue lo suficientemente estúpida como para dejarse atrapar en su propio reino – dice Alina, la líder, haciendo que yo sienta el frío de mi ira recorriéndome rápidamente el cuerpo. No sé en qué momento, ni cómo lo hago tan rápido, pero desenfundo mi espada y recorro los metros que nos separan con una velocidad anti natural y le pongo el filo de la espada en el cuello.

- ¿Acaso estás a punto de hacer más declaraciones de traición en contra de tu reina?

Sólo logro escuchar a mi alrededor murmuros y exclamaciones de horror. Alina abre los ojos con miedo, pero cambia su expresión rápidamente a una clamada y casi aburrida. Excelente, aunque fue por segundos logré cambiar su cara de perra bajo control.

- Jamás me atrevería a hacer algo como eso – dice, y yo retiro mi espada, brindándole una sonrisa, la cual ella trata de replicar. Una digna cortesana, hipócrita y desleal.

- Que bueno, ya me estaba preocupando por el bienestar del bosque de las hadas, porque ¿Qué pasaría si retiro las tropas que protegen las fronteras que tienes con la zona de guerra? – niego con la cabeza y chasqueo la lengua varias veces -. No queremos saberlo ¿Cierto?

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