XXV. LA CAMA

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KIARA

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KIARA

Grito y me retuerzo como una posesa en los brazos de los hombres que intentan alejarme del rey. No soy una amenaza comparada con su fuerza, pero la sangre que surge de un rasguño profundo en su rostro dice lo contrario. La ira con la que me muevo y pataleo está más allá de lo que alguna vez había sentido.

La risa profunda y escalofriante del rey es lo último que escucho antes de salir de la habitación. No me llevan a las escaleras por las cuales subimos, lo cual me hace temer de hacia dónde me están llevando. Si no me llevan a una celda eso significa que se acabó ¿Cierto?

Vamos a unas grandes escaleras en forma de caracol que llevan a un segundo piso del gran palacio. Veo muchas pinturas de grandes reyes, de gigantes, de perros, caballos y otros cuantos animales, hasta que llego a un cuadro en el que están Demetrio y Devak, con la mirada seria, una más amigable que la otra, pero sin dejar de verse intimidantes. Son casi idénticos, y

Me terminan de arrastrar hasta una puerta, la cual abren, permitiéndome ver una gran habitación. Me empujan dentro, para luego cerrar la puerta rápidamente. Dentro hay alguien esperándome, lo cual me tiene sorprendida.

- Silas – camino hacia él, como si fuese un amigo de toda la vida. La verdad es que he logrado encontrar en él un oasis en medio del desierto.

- Reina Kiara – hace una pequeña reverencia -. Sígame, por favor.

La habitación es grande y elegante. Hay soles dorados pintados en la pared y una cama con dosel gigantesca en la mitad. Miro todo con desconfianza, porque primero la cena, luego la revelación de sus planes y luego esta habitación, es demasiado

Silas abre una puerta, la cual nos guía a un baño casi tan grande como la habitación. Tiene vista a las gran montaña detrás del castillo, y, a pesar del frío que hay, el agua de la enorme bañera se ve caliente por el vapor que es expulsado de ella. Hay uno que otro pétalo en el agua y por primera vez soy consciente de que me tengo que ver y oler horrible.

- Tómese su tiempo, Alteza – dice Silas, dejando un par de toallas en la tumbona al lado de la bañera -. La estaré esperando afuera para darle su ropa y tratar apropiadamente sus heridas.

Dicho eso sale de la habitación, dejándome sola en el cuarto de baño. Miro hacia todos lados, esperando que alguien salte de repente e intente matarme, pero no pasa nada. Luego de unos cuantos minutos, decido que si de todas maneras me van asesinar en algún momento, prefiero morir oliendo bien y viéndome como la reina que soy.

Me quito la ropa que me dieron en el barco, la he llevado por semanas y el blanco que era antes, ahora es un marrón asqueroso que me pudo haber causado una que otra infección. Me sumerjo en el agua caliente dejando que el agua me limpie el cuerpo y el alma. No sé cuánto pasa, si minutos u horas, pero una vez me siento lo suficientemente bien como para salir ya se ha puesto el sol y la noche ha caído sobre Homine.

FEMINAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora