XXIX. EL PRECIO

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KIARA

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KIARA

Tomo un largo baño en la tina, porque no sé si después de lo que voy a hacer hoy me van a permitir volver a esta habitación, así que aprovecharé de los beneficios que esta me brinda mientras me preparo para la misión que yo misma me he cargado en los hombros.

Quisiera poder contarle a alguien todo lo que he pasado estos días, que me dé un beso en la frente y me consuele, diciéndome palabras lindas como: "Todo va a mejorar" o "Después de la tormenta sale el arcoíris", pero estoy sola. He logrado meterme en Homine, pero lo he hecho completamente sola e indefensa.

Era la única manera, Killa nunca me hubiese dejado venir. Me insistió tantas veces para que aprendiera a luchar y a defenderme a mí misma, y la rechacé, por la desidia y el rencor que le tenía a su oficio. Si yo hubiese dejado mis prejuicios atrás y la hubiese visto más que a una asesina profesional, tal vez no tendría que enfrentarme a esto sola. Si mi protectora y mi reino hubiesen visto a una reina fuerte en lugar de a una niña caprichosa sentada en el trono, no habrían dudado ni por un segundo en seguirme en mi cruzada por la paz.

Si le hubiese demostrado la mitad de la lealtad a Killa de la que ella me mostraba, ella estaría conmigo aquí, las cosas no serían de esta manera y juntas encontraríamos sea lo que sea que estoy buscando aquí.

Me encanta torturarme con los "hubiera", con los "tal vez". Mi mente cree que no he recibido penitencia suficiente, con mi brazo roto, mi falta de hogar y mi secuestro, porque se esfuerza en maltratarme con los recuerdos de mis malas decisiones.

Ya es tarde, lo sé, pero es inevitable pensar que, si hubiese tomado el mejor camino, el de la sinceridad y la valentía, esto no estaría pasando.

Le habría dicho a Killa en la cara que odiaba a la asesina en la que se había convertido, pero que amaba a la niña que seguía intacta debajo de esa cobertura de sangre y muerte con la que la había ocultado. Me gustaba Killa, pero me asqueaba todo lo que hacía y todo lo que ella representaba.

La despreciaba hasta el punto de querer alejarla de todo lo que conllevaba gobernar. Killa lo entendió, muy a su manera, se alejó de todo lo que requería su presencia en la corte y se limitó a ser un soldado y una guardia personal. Nunca me reclamó nada que tuviera que ver con su puesto, sólo me reprendía cuando creía que estaba dañando al reino. A pesar de todo eso, se mantuvo leal a mi lado y luchó con fuerza contra todo aquel que se metía en mi camino.

Siento las lágrimas salir de mis ojos y recorrer mis mejillas. Me hundo en la bañera para no tener que soportar el sabor salado de la culpa.

Amo tanto a Killa, al punto de llegar hasta este lugar para protegerla a ella y a mi reino. Pero la odio tanto, al punto de no haberla traído conmigo y sacrificar una parte de ella a cambio de un futuro mejor. Ese era el trato, yo no era la única que debía renunciar a algo para obtener un futuro mejor. Lastimosamente, Killa no tuvo el beneficio que a mí se me otorgó: el beneficio de la elección. Ella debe ahora responder por mis decisiones, y espero que sus reacciones sean las correctas y las que se esperan de alguien como ella para que todo esto valga la pena.

Aguanto la respiración lo más que puedo. Me hubiese gustado que la única sacrificada fuese yo en todo esto, pero Killa también tiene un precio que pagar, igual que el rey, igual que yo, igual que cada persona de los dos reinos. Promissa debe pagar.

Salgo del agua cuando mis pulmones me arden y ya no soportan más la falta de aire. Pienso en Demetrio y su estadía en Feminae, en porqué no vino con su rey y cómo debe estarla pasando y al lado de quién está ahora.

¿Él es el precio que todos debemos pagar por la libertad y la paz?

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