Don't Lie [Caché]

¿Quieres Ir?

No tiene sentido esperar, pero hay algo «O alguien» que me lo impide. Pude haberle dicho que no se fuera, que siguiera besándome.

Pude haberle dicho que fue la sensación más pura que había sentido, que nadie me había besado con tanta delicadeza, que fue una colisión de sentimientos tan fuerte como extraña y que me ha dejado efectos secundarios de los que me costó recuperarme. Me hervía la sangre cuando ella entró y ahora me hervía por otras razones porque cuando Poché colocó ambas manos en mi rostro se me escapó todo el aire. De hecho cuando me pegó a la pared noté que me costaba respirar.

Poché tenía tantas ganas de besarme como yo y comienzo a pensar que llevábamos así desde hace mucho. 

Sus labios.

Sus malditos labios.

Sus manos.

Y hubiese podido disfrutar más de esa sensación de alivio y euforia que me causó el beso y se instaló en mi persona, si ella no se hubiera separado.

Jadeé cuando sentí sus labios alejarse de los míos. «Jadeaste.» Hasta podría decir que me dolió.

—¿Si quiera me estás escuchando? —Johan irrumpió en mis pensamientos. —Tienes cara de boba desde que empezamos la terapia. —

Me desasocié tanto que olvidé hasta el lugar en el que estaba. En el segundo nivel, en el área de niños hay un área de gimnasio donde podemos seguir con sus terapias, de verdad este lugar es bastante grande. Estábamos haciendo flexiones de rodilla hasta el pecho por un determinado tiempo, pero me había perdido en mis pensamientos.

—Perdón, estaba en otro mundo. —Dije disculpándome, estaba sentada en el suelo acolchonado con las piernas cruzadas frente a él mientras se suponía que él hacía las flexiones y contaba los segundos necesarios.

—Te estaba hablando de la presidenta, de cómo pienso que tiene algo extraño y no es precisamente bueno. –Se sentó estirando las piernas a ambos lados. —¿No lo sientes tú también? —Me preguntó entrecerrando los ojos.

—Pienso que estás haciendo lo que siempre haces. —Dije levantándome y extendiendo mi mano hacia él invitándolo a pararse. —Pensar lo peor de los demás. —Él tomó mi mano y lo jalé con fuerza haciendo que se levantara con rapidez. Él no soltó la mano.

—¿No es mejor esperar lo peor y equivocarte? —Preguntó soltándome la mano, solo quería asegurarse de que le prestara atención.

—Deja de hacer preguntas existenciales y vamos a trotar. —Le contesté evadiendo la pregunta. Nos abrimos paso a la salida y esta vez intenté no desviar mis pensamientos hacia unos labios en la oscuridad.

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Habían pasado dos días más y Poché no había ido a visitarme y yo no tenía la valentía de pasar por su habitación. Sentía que ese beso había marcado un antes y un después con nosotras. Sin embargo extrañaba platicar con ella y divertirnos haciendo nada. Pero esos dos días fueron importantes porque no solo pude aclarar mis pensamientos, si no que Johan y yo habíamos hablado seriamente sobre lo que haríamos después del campamento.

—Si es que nos dejan salir. —Agregó él sentado en el otro lado de mi cama.

—Nos dejarán, esta gente es buena. —Lo calmé, solo respiró exasperado.

La idea principal del plan era localizar la base de las luciérnagas que estuviera más cerca, llegar a ella en plan pacífico. 

—Pacífico, Johan. —Repetí, él levantó las manos librándose de la culpa.